De origen radical, Milman fue saltando entre distintas agrupaciones y pequeñas alianzas de posicionamiento individual hasta recaer bajo el ala de Patricia Bullrich. Como secretario de Seguridad Interior presentó un protocolo para criminalizar la protesta social, defendió el gatillo fácil de Chocobar y fue uno de los encargados de demonizar a las comunidades mapuches. Su rol en los casos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel.
El diputado Gerardo Milman quedó en el centro de la escena luego de que un testigo clave dijera ante la jueza María Eugenia Capuchetti que el legislador ya sabía el 30 de agosto que dos días más tarde se iba a cometer la tentativa de asesinato de Cristina Kirchner. “Decía ‘cuando la maten yo estoy camino a la costa’ y se mataban de risa”, contó ese testigo que lo escuchó en un restaurante cercano al Congreso. El legislador fue señalado por Brenda Uliarte -novia de Fernando Sabag Montiel, quien intentó asesinar a la vicepresidenta- como responsable de pagarle “a varias personas para que participaran en manifestaciones y con ello generar disturbios y violencia alrededor de la casa de Cristina Kirchner”.
El camino de Milman al ala dura del PRO
La conversión de Gerardo Milman como uno de los referentes del ala dura del macrismo fue de la mano de Patricia Bullrich y ocurrió luego de años de disidencia en su partido de origen, la Unión Cívica Radical (UCR). Milman militó allí desde su juventud hasta autoexiliarse con los sucesivos grupos de díscolos que año tras año fue formando, en distintas agrupaciones y pequeñas alianzas de posicionamiento individual.
En 2007 fue uno de los impulsores de la candidatura presidencial de Elisa Carrió cuando esta era apoyada por Bullrich desde su agrupación Unión por la Libertad. Milman luego acompañó a Margarita Stolbizer en la creación del GEN (Generación para un Encuentro Nacional), alianza por la que en 2011 fue candidato a intendente de Avellaneda y por la que, dos años después, consiguió su primera banca en la Cámara de Diputados.
Su perfil comenzó a hacerse público cuando durante el gobierno de Cristina Kirchner fue miembro por la oposición de la AFSCA (Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual). Allí se ocupó de rechazar cada una de las iniciativas en materia de aplicación de la Ley de Medios; particularmente la readecuación del Grupo Clarín. Luego, con la llegada de Mauricio Macri al poder fue promotor de la intervención de ese organismo.
Su figura tomó particular protagonismo cuando, junto con Bullrich y distintas figuras del macrismo, se convirtió en uno de los dirigentes que instalaron sospechas sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman, y abrieron insólitas hipótesis sobre su presunto asesinato.
Un cultor de la represión
Durante el gobierno del PRO comenzó a explotar sus vínculos con sectores del Poder Judicial y su supuesta especialización en materia de seguridad. Fue designado por Patricia Bullrich como secretario de Seguridad Interior del Ministerio de Seguridad.
Una de sus primeras medidas tan conocidas como controvertidas fue la creación del “protocolo para la protesta social”, un cúmulo de prerrogativas y prohibiciones con las que el gobierno de Cambiemos/Juntos por el Cambio justificó la represión y la criminalización de la protesta social, y hasta restringió las garantías de la cobertura periodística de esos hechos.
El rincón del vago de Milman
Poco tiempo después Milman fue protagonista de un escándalo que puso en tela de juicio su formación y capacidad. Sembró públicamente la hipótesis de que maras salvadoreñas tenían vínculos con grupos narcos que operaban en la provincia de Buenos Aires. Y para demostrarlo, publicó datos sobre esas organizaciones que, según se comprobó después, había tomado del sitio web “Rincón del Vago”.
Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, Luis Chocobar
Como funcionario de Seguridad fue uno de los encargados, también, de demonizar la presencia de comunidades mapuches en la Patagonia, denunciar la existencia jamás probada de la agrupación RAM (Resistencia Ancestral Mapuche) y promover la represión contra ese pueblo originario. Tras el asesinato y desaparición de Santiago Maldonado, Milman fue uno de los funcionarios nacionales que difundió pistas falsas sobre el joven artesano y que luego abonó la teoría del ahogamiento por voluntad propia del militante que había sido víctima de la represión de Gendarmería durante una protesta en Chubut.
El otro hecho de mano dura que defendió fue el asesinato por la espalda cometido por el agente de la policía porteña Luis Chocobar contra un hombre que había sido sorprendido infraganti en un robo. Milman no solo respaldó la portación del arma del policía que en ese momento se encontraba fuera de servicio, sino que también justificó el fusilamiento por la espalda: “Se puede tirar por la espalda, claro que se le puede tirar. No puede matarlo”, declaró.
Con esa misma lógica había defendido el asesinato de Rafael Nahuel, en Lago Mascardi, ocurrido en noviembre de 2017. El joven participaba de una recuperación de territorios cuando un operativo de Prefectura entró a los tiros y lo mató por la espalda. Milman dijo que las fuerzas de seguridad habían “actuado en un conflicto armado y hubo un tiroteo”, pero eso no fue así. No hubo una agresión ni una respuesta con armas por parte del joven mapuche ni de quienes estaban con él.
Del lado del gatillo fácil
Milman también fue uno de los autores del reglamento general para el empleo de armas de fuego con el que Patricia Bullrich dio carta blanca para el gatillo fácil. Para justificar eso, el entonces funcionario había dicho que era “ridículo” que los policías “no pudieran repeler un hecho si antes no eran atacados”.
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