La potencial parálisis de la obra pública que pronosticó Javier Milei preocupa a distintos sectores de la economía, entre ellos a la industria forestal. El 60% de la producción de madera tiene ese destino.
Así lo señaló a Télam el presidente de la Federación Argentina de la Industria Maderera y Afines (Faima), Román Queiroz, en un contexto en el que a la incertidumbre propia de un cambio de gobierno se le suma la preocupación de las empresas del sector por las complicaciones para la importación de insumos y la caída tanto de las exportaciones como de las ventas en el mercado interno, luego del repunte que tuvo la actividad en la pospandemia.
El sector maderero tiene la particularidad de contar con una alta participación de pequeñas y medianas empresas, muchas de ellas de origen familiar (el propio Queiroz está al frente de Coama Sud Americana, que fundó su abuelo hace 80 años) y con una marcada distribución regional y presencia en 17 provincias.
«Hay muchas pymes en el sector, tanto maderero como mueblero», subrayó Queiroz, que arriesgó «un 95%» como estimación de participación en el total de empresas de toda la cadena de valor.
Según datos de Faima, las 2.500 empresas nucleadas en las cámaras que la integran generan aproximadamente 60.000 puestos de trabajo directo, que se duplican si se consideran las industrias y servicios vinculados.
En cuanto al desarrollo de las especies cultivadas, las tres provincias mesopotámicas concentran más del 90% de los bosques implantados.
«Como la mayoría de los sectores, el nuestro está complicado en este momento», lamentó Queiroz, quien reseñó que, «en la pospandemia, hubo un repunte muy fuerte, porque se empezó a exportar mucho, ya que el mundo, estaba demandando muchos productos de madera».
Sin embargo, ese período de bonanza comenzó a evidenciar una declinación desde mediados de 2022, con la aparición de «problemas para contar con los dólares para importar insumos, que generaron una situación crítica en las empresas que los necesitaban para producir».
Entre los inconvenientes en la provisión de insumos importados, mencionó a las resinas para impregnar madera, tableros alistonados y para terciados.
Además, contó que «los muebleros tenían problemas para conseguir bisagras y herrajes en general que acá no se fabrican».
«Todo eso nos produjo una caída en la actividad y nos está llevando a una actualidad bastante compleja, en la que hay muchos que no pueden producir lo que necesitan y otros no tienen el mercado interno activo como para consumir lo poco que se produce», sintetizó, para rematar señalando que «en este momento estamos con niveles de exportación un 50% por debajo del de hace un año».
Queiroz precisó que «el principal destino de exportación es Estados Unidos, seguido por los países de América Central y de Asia», ya que en la región «Brasil y Uruguay tienen sus propias industrias madereras y abastecen al mercado interno con su producción».
En el plano internacional, agregó, «la Argentina es un actor de importancia, pero no relevante», al punto que «Chile y Brasil, por ejemplo, nos superan en lo que es la foresto industria».
«Cuando el dólar acompaña y es competitivo, podemos exportar, pues tenemos muy buenos productos y una muy buena calidad de la tierra», indicó.
En ese marco, puso de relieve una de las principales ventajas competitivas del país: «La tierra colorada que hay en tanto en Corrientes como en Misiones, hace que el árbol crezca de con mejor calidad que la de otros países, al punto que un pino en la Argentina a los ocho años ya se puede cortar y procesar, y en Estados Unidos o Canadá necesitan 25 años».
Con ese cuadro de situación, en Faima se esperan definiciones del futuro gobierno, en particular acerca de la continuidad o no de la obra pública, teniendo en cuenta que a ella el sector destina «el 60% de toda la producción» nacional de madera.
Otra de las preocupaciones de los empresarios del sector pasa por lo que Queiroz atribuye tanto al «desconocimiento» como al «lobby» vinculado a la construcción tradicional, que relaciona a la utilización de la madera con la deforestación y la destrucción de boques nativos.
Como réplica, aseguró que «el 95% de la madera que se está usando para la construcción es forestada, implantada con ese fin» y precisó que «la madera de bosques nativos se usa muy poco y cada vez menos porque hay leyes provinciales que protegen la extracción de determinadas especies».
«En cuanto a los muebles -indicó- son de madera implantada, tanto pino como eucaliptus».
Con respecto a la construcción de viviendas, destacó que el carácter «sustentable» de las realizadas con madera, al ser «captadoras de carbono y, en lo que atañe a la temperatura, cuentan con capacidad de aislación mucho más eficiente que los materiales tradicionales».
«Una casa de madera requiere mucha menos calefacción en invierno y mucha menos refrigeración en verano porque es mucho más eficiente desde el punto de vista energético», concluyó Queiroz.
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