No te defrauda nunca. Ni aún cuando la temperatura está por debajo de los 4° C bajo cero. Lionel Messi se movió en el frío con el mismo fuego que lo impulsa en cualquier cancha del mundo. El rosarino llegó a Moscú con una deuda pendiente: nunca pudo hacer un gol en tierras rusas y no pudo ganar en ese sector del planeta. Y La Pulga no te defrauda ni en las circunstancias más complicadas.
Por eso es diferente, por eso es distinto a todos. Porque se supera a sí mismo en forma permanente. Ayer saldó su deuda personal marcando dos goles para la buena victoria de Barcelona por 3-0 sobre el Spartk y de esa manera cristalizó la clasificación a la próxima ronda de la Champions League. Pero esto no fue lo más trascendente, lo más llamativo, lo que más genera la admiración y el aplauso fueron esas intervenciones dignas del astro que es. Y en esa carrera vertiginosa que lleva adelante arrasando todos los récords que se le ponen adelante, él se escuda en una frase que lo pinta de cuerpo entero: “a mí los récords no me interesan, no pienso en eso, sólo pienso en ganar”. Es que se hace inevitable pensar que está a cinco goles del registro histórico del alemán Gerd Müller, que un día plantó bandera con 85 gritos en un año. Con los dos de ayer, Messi llegó a 80 y todavía tiene por delante siete partidos antes que baje la bandera a cuadros de 2012. Pero si atraviesa la barrera de la Copa del Rey frente al Alavés tendría 180 minutos más por delante.
Sin embargo, este no es el único frente en el que se encuentra embarcado porque su tremenda voracidad goleadora, su incansable necesidad de ir a buscar la victoria, lo ponen a tiro de todo lo que ya está documentado. Con sus dos conversiones de ayer, igualó el registro del holandés Ruud Van Nistelrooy, que en la máxima competencia europea acumula 56 goles. Ahora el rosarino va en busca del registro que plantó Raúl con 71 goles. Su ventaja es que tiene apenas 25 años y a este ritmo que imponen Messi y Barcelona, en cualquier momento estaremos hablando del máximo goleador en competencia europea en la historia. Hace tres días, la Federación Internacional de Historia y Estadísticas del Fútbol (IFFHS) lo calificó como el goleador de 2012 y con el doblete de ayer La Pulga alcanzó otra marca que estaba en vigencia desde hace 103 años: acumula 25 tantos internacionales a lo largo de 2012, misma cantidad que Vivian Woordward anotó en 1909.
Y, sin embargo, por más que al resto de los mortales parece impactar o seducir las marcas, Messi parece moverse en otro tiempo, con otro chip. Es el único que es capaz de ir a buscar un pase en profundidad del defensor rival cuando el partido ya está 3-0 a favor y con todo el mundo pensando en hacer correr la pelota y los minutos. El rosarino está tan en sintonía que acierta hasta cuando define defectuosamente, como ese derechazo mordido que primero picó en el suelo delante de sus narices y después antes de llegar a las narices del arquero. Pero las ondas que favorecen su estrella se asocian a lo imprevisible. Tan imprevisible como su gambeta que en velocidad los rivales no tienen manera de controlar. Como el arquero que quedó desparramado manoteando su sino, mientras el rosarino ojeaba los tres palos para delirio de los catalanes, para la satisfacción enorme de los que vivimos sus logros aferrados al control remoto, para la pena de tantos ídolos que ven pulverizadas las marcas que tanto esfuerzo y años les costó construir.