El futuro llegó hace rato. Y llegó como nadie lo esperaba. Argentina empató ayer con Bolivia –que no gana un partido de Sudamericano Sub 20 desde 2007– y ahora depende de que se den una serie impensada de resultados para no quedar eliminada. Así, sería el tercer fracaso consecutivo de la Sub 20, categoría en la que es el máximo ganador de Mundiales. Desde 2007, tras la salida de Hugo Tocalli, cuando Humberto Grondona agarró la manija de las Selecciones Juveniles, todo ha sido barranca abajo: en 2009, con Sergio Batista como entrenador, tampoco se clasificó al Mundial de Egipto; en 2011, con Walter Perazzo en el banco, no logró meterse en los Juegos Olímpicos de Londres. Y ahora quedó en la antesala de un papelón mayúsculo: en un torneo que se organiza en casa, que había despertado expectativas por los nombres, perdió dos partidos de tres; empató el último, ayer. No ganó. En este caso, es Marcelo Trobbiani quien entrena este equipo. Pero las caras detrás son las mismas: el hijo mayor de Julio Humberto Grondona y Carlos Salvador Bilardo.
Ayer, además de los seis cambios que no lograron cambiar la poca movilidad en ataque ni los groseros desacoples defensivos, el cuerpo técnico también tuvo tiempo para pensar en otro cambio: el de vestuario y el del banco de suplentes, tratando de cambiar la suerte. Las cuestiones esotéricas, para quienes conducen este proceso, tienen mucha incidencia en la formación de juveniles: por el hotel argentino anda dando vueltas un “brujo” que no parece ayudar mucho a la suerte del equipo. Lucas Romero, en la última jugada del primer tiempo, quedó de frente al arquero boliviano, pero no pudo definir porque se tropezó de una manera increíble. Eso algunos lo podrán atribuir a las malas ondas, pero tal vez tenga mucho más que ver con el nerviosismo que llevan adentro estos pibes de 18, 19 y 20 años que desde arrancó el torneo deben cargar con una responsabilidad que no es sólo de ellos. Vietto estrelló un tiro en el travesaño para el tercer gol. Y en el último minuto un derechazo de Alan Ruiz tuvo el mismo destino.
La improvisación constante que se vio en la cancha es lo mismo que ocurrió con la organización desde que arrancó el campeonato. La mayoría de las prácticas del equipo se dieron en la quinta de José Mansur, el vicepresidente de Godoy Cruz, que más allá de tener dos lindas canchas de fútbol reglamentarias no tenía las comodidades necesarias como para que se entrene una Selección de AFA.
Pero más allá de eso, futbolísticamente, el equipo no funcionó. Nunca. Durante los 19 minutos que duró la recuperación argentina –desde el arranque del segundo tiempo hasta que Trobbiani decidió meter al central Lautaro Gianetti para rearmar la línea de cuatro– pareció que la entrega de los pibes podía tapar todo eso. Pero Argentina se metió atrás y lo pagó caro. A los 42, tras una mano insólita de Gianetti –justamente– Bolivia lo empató de penal. Y el clima quedó aun más espeso que el calor cuyano.
LA FRASE
“Estamos muy complicados. Contra Colombia tenemos que dar lo mejor que podamos. No sé qué decir.”
Lisandro Magallán
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Este podría ser el tercer gran fracaso argentino desde que Humberto Grondona se hizo cargo de las juveniles.
COMENTARIO
En el primer tiempo Argentina jugó peor que en sus dos primeras actuaciones. Los seis cambios que introdujo Marcelo Trobbiani no parecían generar efecto en la actitud de un equipo pasivo. Con los ingresos de Ruiz y Centurión logró unos primeros 20 minutos en el segundo tiempo donde avasalló a su rival, pero una vez que consiguió la ventaja, con el ingreso de Gianetti para restablecer la línea de cuatro defensores, se tiró atrás y Bolivia se animó a soñar con el empate que finalmente logró.
LA FIGURA
Luciano Vietto: el de Racing fue el más desequilibrante de los delanteros de Argentina. Con su gran movilidad generó espacios, metió un gol, logro superar a sus marcadores y terminó estrellando dos tiros en el palo.