La “competencia política” tiene diversas formas y personajes, y no sólo incluye a los protagonistas principales de la contienda. Por caso, entre las esposas de los tres precandidatos presidenciales de diferentes fuerzas con mayores chances de imponerse en las elecciones de octubre también hay una disputa, que fue revelada por una encuesta: Malena Galmarini emerge como la cónyugue con mayor porcentaje de imagen negativa (31,3%) en el Area Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), según un trabajo difundido esta semana por la consultora Julio Aurelio/Aresco, y concretado entre 2266 personas de 16 años o más en condiciones de votar.
En contraposición, Karina Rabolini, esposa del gobernador bonaerense Daniel Scioli -precandidato presidencial del FPV-, surge claramente como la cónyugue con mayor imagen positiva (51,2%), mientras que la consorte del jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri (PRO), Juliana Awada, registra el más alto desconocimiento por parte de los encuestados, ya que el 17,8% la considera “sin imagen”, según consignó Tiempo Argentino.
En un país donde candidatos varones intentarán erigirse como la sucesión de Cristina Fernández, una presidenta que ocupa el centro de la escena política argentina desde hace casi ocho años, y que previamente desempeñó un rol clave como primera dama durante la presidencia de Néstor Kirchner, el papel político y comunicacional de Galmarini en la campaña que encabeza su marido Sergio Massa se ejemplificó al final de la conferencia de prensa donde el tigrense anunció que no se bajaba de su precandidatura presidencial. En el Museo de Arte de Tigre, un Massa sin la compañía de los principales dirigentes que se mantienen leales al FR y a su liderazgo, eligió retirarse del escenario junto a Malena. Nadie más.
En el sondeo, titulado “Imagen y posicionamiento de esposas de dirigentes”, Karina Rabolini no sólo registra la imagen positiva más alta, sino que el 35,9% de los encuestados sostiene que sus apariciones públicas en los medios y su participación en el ámbito político actual favorece la candidatura de su esposo, frente al 33% de Galmarini y el 26,1% de Awada. En cuanto a imagen positiva, Galmarini registra un 39% y Awada el 33,6%, lejos del 51,2% de la consorte del mandatario bonaerense. Por otra parte, la imagen negativa de las esposas de Macri y Scioli figura prácticamente empatada: un 20,9% para Awada y el 20,4% para Rabolini.
En televisión, las tres cónyugues tuvieron una altísima exposición mediática en el programa que conduce Marcelo Tinelli junto a sus maridos, con sus presentaciones vinculadas al dispar desempeño de sus maridos en el set. Más allá de esto, Rabolini como Presidenta de la Fundación Banco Provincia desarrolla una presencia institucional tanto en el territorio de Buenos Aires como en otras provincias argentinas en el marco de la campaña. Respecto a Awada, es posible que el mayor nivel de desconocimiento que registra -17,8% frente al 9,5% de Galmarini y el 4,5% de Rabolini- esté vinculado al hecho de que el PRO aún no le otorga un rol preponderante en la campaña amarilla.
Ante la consulta de cuál de las tres esposas “será la mejor Primera Dama”, se impuso el “no sabe” con el 34,8%. Sin embargo, entre quienes sí eligieron dar un nombre propio se volvió a registrar una clara distancia a favor de Rabolini con el 31,4%, ante un virtual empate entre Galmarini (17,1%) y Awada (16,8%).
Malena, una impulsiva chica de San Isidro
Por Gimena Fuertes
Sergio Massa terminó de anunciar que no se bajaba de la candidatura a presidente, solo, detrás de un atril, y Malena Galmarini corrió a abrazarlo. Se besaron y caminaron por el pasillo del Museo de Arte de Tigre. Así, el miércoles quedó reflejado cuan raquítico quedó el armado político del dirigente del Frente Renovador.
Malena Galmarini tiene 40 años, es hija del ex secretario de Deportes de Carlos Menem, Fernando “Pato” Galamarini y de Marcela Durrié, quien fue diputada y una de las impulsoras del cupo femenino en el Congreso. Nació y creció entre políticos que zigzaguearon según lo marcara la historia del peronismo. “Cuando mi papá estaba en el duhaldismo, nosotros estábamos en el orteguismo; cuando nosotros fuimos al duhaldismo, mi papá se fue con Menem; cuando nosotros nos corrimos al kirchnerismo, mi papá se volvió al duhaldismo”, sintetizó en un reportaje que dio cuando su marido fue convocado por CFKpara que sea su jefe de Gabinete, en 2008.
Malena era una chica de San Isidro. Massa vivía en San Martín, militaba en la UCeDé e integraba un grupo de jóvenes que trabajaban con Durrié, artífice del encuentro. De hecho, fue en la casa de su mamá donde Malena conoció en abril de 1996 a quien sería su marido. Se casaron el 10 de marzo de 2001 y se mudaron a Tigre, donde tuvieron a sus hijos: Milagros y Tomás Massa.
Massa ganó las elecciones en Tigre en 2007, tras haber dirigido la Anses. En el municipio, Malena asumió como secretaria de Política Sanitaria y Desarrollo Humano. Siguió a su esposo cuando decidió romper con el FPV y armar el ahora agonizante FR. En pleno apogeo, cruzó a Daniel Scioli, luego de que un ladrón entrara a su casa en agosto de 2013. “Es muy impulsiva”, la defendió su marido.
Este año, Malena quedó como una de las pocas figuras en pie en el FR, junto a Luis Barrionuevo y Graciela Camaño. De hecho, fue acusada por uno de los conversos, el diputado Darío Giustozzi, de ser una de las pocas voces a las que Massa escucha. Incluso fue la vocera de las últimas maniobras para lograr un acuerdo con el PRO. “Es extraño que Macri no quiera ir a las PASO con el Frente Renovador”, chicaneó, pero ya era tarde.
Karina entendió el juego
Por Jorgelina Naveiro
En el último año, Karina Rabolini se convirtió en una pieza clave de la campaña de Daniel Scioli. Pese a su resistencia inicial a meterse en la arena política, la primera dama bonaerense entendió rápido el juego y hoy es su embajadora a lo largo y lo ancho del país, donde los tiempos electorales lo requieren. Con la excusa de llevar la ayuda de la Fundación Banco Provincia o simplemente participar de actividades de gestión, se saca fotos con dirigentes y candidatos, en una agenda igual de vertiginosa que la su marido. De paso, claro, pide un voto de confianza para que el gobernador pueda llegar a la Rosada.
El efecto Karina está claro y se traduce en imagen: no es nuevo que tiene buena llegada a la gente, tampoco que “humaniza” al gobernador. En el sciolismo admiten que alguna vez la midieron, pero aseguran que ahora no lo están haciendo porque ella nunca quiso ser candidata. Repite convencida que Scioli nunca le pedirá que lo sea y dice que no necesita un cargo para ayudar.
Karina tiene 48 años y comparte la vida desde hace 30 con Scioli. Nació en Elortondo, un pequeño pueblo santafesino. Su mamá era docente y su papá tenía un taller de autos. Tiene dos hermanos: Andrea, dos años más grande, que trabaja en la Unidad de Planificación y Desarrollo de la Secretaría General de la Presidencia, a cargo de Eduardo “Wado” De Pedro; y Santiago, 12 años más chico, que es consultor privado.
Tenía 18 años cuando conoció a Scioli. Fue en la carrera de los 100 kilómetros del Delta, en noviembre de 1986. El flechazo fue inmediato. Se casaron en 1991, estuvieron divorciados cuatro años, y volvieron a estar juntos hasta hoy. Pasaron momentos trágicos como la pérdida del brazo derecho de Scioli durante una carrera de lanchas, o el incendio del departamento donde vivían. Además de acompañarlo en la gestión y la campaña, Rabolini es dueña de una empresa de cosméticos, perfumes y lentes.
Su gran asignatura pendiente es ser madre. Pese a intentar varias veces tratamientos de fertilización asistida, no logró quedar embarazada. Dice que ya dio vuelta la página y ahora comparte con Scioli el “abuelazgo” de Camila, la hija de Lorena –la hija que Scioli tuvo de soltero y reconoció ya de grande- que acaba de cumplir dos años. Es cuidadosa de su imagen y, al igual que su marido, le gusta supervisar cada foto que se publica. Va a la mayoría de los eventos sociales y de la farándula, cuando puede con Scioli, pero también sin él. Es amiga, aunque no íntima, de Juliana Awada, la esposa de Mauricio Macri. Comparten la pasión por la moda.
Karina aporta calidez y glamour a la pareja y muestra el costado humano del político. Postea fotos en Twitter de situaciones íntimas como el desayuno en su casa de La Ñata. También suele contar anécdotas que dejan al descubierto secretos de su marido, como cuando reveló que había sido novio de la vedette Carmen Barbieri. Toques de frescura que rompen con el discurso monocorde de su marido.
Juliana, lejos de la política
Por Claudio Mardones
“Yo la vi hace un par de años, en una comida, le preste atención y dije: ‘mirá qué linda’. Después siguió el camino y de golpe la empecé a ver a la salida del gimnasio y dije: ‘mirá que linda la negrita ésta’”, le contó el jefe de Gobierno Mauricio Macri a la conductora televisiva Susana Giménez para revelarle cómo conoció a su actual y tercera esposa, Juliana Awada. La joven millonaria, heredera de una tradicional familia textil, cumplió los 41 años el 3 de abril y fue vecina durante años del clan Macri en el selecto Barrio Parque de Palermo.
Macri conoció a su actual mujer bajo los techos de uno de los excluyentes epicentros cotidianos de la clase alta porteña: el gimnasio Ocampo. Entre los aparatos deportivos, la cinta para correr y la bicicleta fija, Macri pasa sus mañanas desde hace años. Allí hace ejercicios con su “hermano de la vida”, el empresario Nicolás Caputo, uno de los mayores ganadores de licitaciones públicas de la Capital, el hombre que ofició como padrino de casamiento de Mauricio y de esa “negrita, mágica, única y hechicera” que le dio el sí en 2010.
Hasta casarse con ella, Macri tenía tres hijos: Agustina, Francisco y Jimena, producto de sus dos primeras nupcias con Ivonne Bordeu e Isabel Menditeguy. Juliana fue vecina durante años de Ivonne. Actualmente es la madre de Antonia, la cuarta hija de Mauricio, y la esposa más joven que ha tenido el alcalde. “Soy un padre abuelo”, les dice él a sus íntimos cuando alza a su hija de tres años y medio y mira a su tercera esposa, 15 años menor que él.
Juliana, que humanizó al alcalde como nunca antes, es hija de Elsa Esther Baker de Awada, dueña, junto a su hijo, de dos marcas acusadas de contratar trabajo esclavo: Awada y Cheeky. Mauricio sostiene que nada de eso es cierto, y desliza un fallo que benefició a su suegra firmado por el entonces juez federal -y ahora ministro de Justicia y Seguridad porteño- Guillermo Montenegro.
“A mí no me interesa la política, soy sólo una ciudadana”, dice la poderosa heredera, aunque en verdad sigue tan lejos de la política como quiere su marido, y como le aconsejan sus asesores.
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