El Pichi, junto a Mica, Samir y Lucas en el cálido hogar de calle 25 de Mayo.
Trabajador, popular, personaje. ¿Cuántos calificativos más habrá para Pablo Cañiuqueo, mucho más en este renacer suyo, de la mano de una comunidad que le dio la energía y el amor suficiente para que se recupere de un dramático siniestro vial?
Tal vez el Pichi sea el cerrícola a destacar en este nuevo aniversario, tras vencer a la muerte en una batalla que le llevó semanas.
¿El hecho? Una imprudente maniobra de un conductor que este vecino de 33 años no pudo evadir con su motocicleta cuando se dirigía a trabajar el 29 de enero pasado.
Desde ese momento todo fue dolor, incertidumbre, desazón, tristeza, amargura en su compañera Mica, en sus hijos Lucas y Samir, en doña Ema, su mamá. En toda su familia.
Pero sus amigos, amigas y el resto del pueblo comenzó voluntariamente a contrarrestar cada padecer con oraciones, buenas vibras y fe que llegó al alma y corazón de Palito; también hubo un abrazo masivo que sintió y refugió a cada familiar, a cada ser querido de este pibe.
El resultado llegó pronto: despertó de una siesta de decenas de días interminables y con una actitud de vida, fue progresando mental y físicamente. De terapia intensiva a una sala común, de la sala a su casa; de estar rodeado de médicos y aparatología, al reencuentro con su mamá, quien por la emergencia sanitaria, debió esperar hasta el alta para decirle “hola, nene”.
La vida es un rato, sin dudas. La vida no está garantizada, se puede decir. Pero la puta, que vale la pena estar vivo y tener en Cerri a gente como el Pichi, el que ya tu sabes.
Pablo es hijo de Faustino y Ema. Sus hermanos son Héctor, Oscar, Nestor, y Soledad. Nació, se crio y vive en Cerri desde el 29 de agosto de 1987.
El Pichi quiere saludar y agradecer a quienes se ocuparon y preocuparon desde un primer momento.
Además hace extensivo su saludo a quienes tienen una batalla día a día, en lo personal, y en forma colectiva en el marco de la pandemia por el Covid 19.
FUENTE EL DIARIO DE CERRI