A 42 años de la revelión popular en Córdoba
Atilio López fue uno de los gremialistas más influyentes de la gesta obrera de mayo de 1969 conocida como el Cordobazo, junto a otros exponentes del sindicalismo combativo de esa época, como el “Gringo” Agustín Tosco, Elpidio Torres y René Salamanca. En un diálogo con Télam, la hija de “El Negro” López, Patricia, recordó los preparativos de las históricas jornadas del 29 y 30 de mayo, la represión, la detención de su padre, su escape de las celdas policiales, su lucha hasta llegar a la vicegobernación de Córdoba, su posterior derrocamiento y asesinato salvaje en Luján a manos de la Triple A. “Estoy orgullosa de lo que hizo mi padre, pero durante mucho tiempo lo necesité y él estaba siempre en su gremio, con sus compañeros, con los trabajadores. Él tenía esa misión, y yo ahora de grande lo entiendo y la comparto”, relató Patricia, que era sólo una niña cuando su padre fue ejecutado.
En 1969, Onganía había echado por tierra la Comisión del Salario Mínimo, Vital y Móvil, lo que provocó un congelamiento de los salarios; impuso el arbitraje obligatorio en los conflictos laborales y una ley de represión automática para huelgas y conflictos. Además, intervino sindicatos y suspendió sus personerías gremiales, en tanto que modificó la Ley de Indemnizaciones por despidos y aumentó la edad para jubilarse. Ese fue el caldo de cultivo para el Cordobazo.
Olvidado y silenciado por la historia oficial y la cultura hegemónica que dominó la Argentina durante los últimos años del siglo pasado, Atilio López se convirtió en uno de los máximos dirigentes sindicales del Movimiento Obrero Organizado, referente del peronismo revolucionario y al mismo tiempo se transformó en un personaje “maldito” al decir del historiador Norberto Galasso. Negro, peronista y referente de la clase trabajadora, para muchos un “cuco”.
“Mayo de 1969 fue muy especial para Córdoba, a principios de mes ya se venía gestando en distintos sindicatos que algo iba a suceder, en especial en el sindicato que conducía mi padre, que era la UTA”, consideró Patricia López. “Él ya había decretado un paro de 48 horas y cuando decía ‘paro Córdoba’ lo paraba realmente”, aseguró López, y añadió que “luego, los de SMATA (Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor de la República Argentina) empezaron a hacer asambleas en distintas fábricas, y en paralelo se empezaron a reunir a los estudiantes universitarios, salían de las aulas y hacían asambleas populares.”
Así se fue gestando el Cordobazo, explicó la hija de “el Negro”, y describió que en esos días “mi padre se reunía en mi casa con Agustín Tosco y con René Salamanca, que eran personas muy especiales realmente, que vivían como mi padre la defensa del trabajador”.
“Un día cuando mi padre se va de casa le dice a mi madre ‘agarrá mucha ropa, llevá los chicos a la casa de tu mamá, porque no sé qué va a pasar hoy en Córdoba’. Y mi mamá le pregunta: ‘¿Vas a volver a parar Córdoba?’ ‘Sí, pero ya no solo. Se para totalmente’, le responde mi padre”, relató.
En cuanto a la represión sangrienta de la policía, en la que asesinaron al obrero mecánico Máximo Menna y provocó la furia de los trabajadores y estudiantes, que se adueñaron de la ciudad, la mujer recuerda que ella se encontraba junto a su familia en las afueras de Córdoba con unas pocas noticias que llegaban a través de la radio.
“Por la mañana, empezaron a salir de las fábricas los trabajadores de Fiat, de Renault y de otras fábricas, además de los estudiantes, todos pacíficamente, y en un momento hay un estallido grande y empieza el enfrentamiento con la policía”.
Años más tarde, en 1973, cerca del retorno de Perón al país, Atilio López es electo vicegobernador de la provincia por el voto popular, como compañero de fórmula de Ricardo Obregón Cano. Pero ambos serían depuestos a los nueve meses por un grupo de policías encabezados por el teniente coronel Antonio Domingo Navarro, jefe de policía de la provincia. “Cuando mi padre se entera que Perón quería que fuera candidato, a él le costó mucho porque temía lo que fueran a pensar sus compañeros, los obreros”, recordó Patricia, y aseguró que “los mismos compañeros de la CGT le decían ‘ahí podés defender mejor nuestros derechos, seguir trabajando para nosotros, ¿cuándo uno de nosotros llegó ahí?’”. “Estuvo amenazado muchas veces, por eso nos cuidaba tanto –continuó Patricia–, pero luego de dejar el gobierno no se imaginaba que le podría pasar algo.”
En ese momento, sin trabajo, Atilio López viaja a Buenos Aires en busca de un empleo y se hospeda en un hotel porteño, donde lo secuestra la Triple A, paradójicamente un 16 de septiembre, aniversario de la Revolución Fusiladora que derrocó a Perón en el ’55.
“Cuando lo van a buscar al hotel, él estaba bien vestido y preparado para ir a la Casa de Gobierno, y le dice al conserje ‘avise a mi familia que me llevan a la Casa de Gobierno’ y lo llevan a Capilla del Señor, y en ese pueblo lo matan”, relató emocionada Patricia. “Fue muy alevosa la forma en que lo hicieron: no fue un tiro y ya está, no, 120 le dieron. Mis tíos no pudieron reconocer el cuerpo”, señaló.
“Era un simple colectivero que se dedicó a la vida gremial, y mi padre decía ‘el día que yo me muera voy a parar Córdoba’ y nosotros nos reíamos. Y efectivamente, el día que falleció dieron asueto durante dos días y Córdoba se paró totalmente. Fue impresionante, cuadras y cuadras de gente, cientos de coronas, fue algo muy especial el entierro de mi padre. Salimos de mi casa a las 14 y llegamos al cementerio San Gerónimo a las 23, porque lo llevaban en andas”, rememoró.
Por último, Patricia recordó el sentimiento de su padre por Perón y Evita, y aseveró que “cuando nos hablaba en la mesa, lo hacía con un énfasis impresionante, tenía admiración, sobre todo cuando se refería a Eva. Y cuando fue a visitarlo a España a Perón, mi padre le dijo ‘General si usted quiere volver, va a ser bienvenido, los obreros lo estamos esperando’”. (Télam)