Por:
Demetrio Iramain
Tan sólo dos años atrás, exactamente el 30 de septiembre de 2010, el presidente de la República de Ecuador, Rafael Correa Delgado, sufrió el intento de asesinato y la tentativa destituyente por fuerzas de la Policía Nacional sublevadas contra la Constitución y el gobierno de la Revolución Ciudadana. El plan insurreccional acabó en fracaso debido a la decidida acción de las masas de Quito, que salieron rápidamente a las calles de la capital para defender la democracia. Los pueblos de la región apreciaron entonces hasta dónde es capaz de llegar la derecha oligárquica cuando de frustrar el avance popular se trata. En Paraguay lo lograron.
Como también ocurre en la Argentina, la intentona golpista fue disimulada en la cadena de medios privados. El secuestro del presidente por fuerzas amotinadas en el hospital policial fue tratado de simple “protesta” de los uniformados, que hasta mereció el calificativo de “legítima”. Los disparos de francotiradores contra el auto donde fuerzas del Ejército leales a Correa intentaban rescatarlo de los acuartelados, apenas una sencilla “escaramuza”. Con el tiempo, los medios opositores trataron de lavar la violencia de la operación golpista en el río revuelto del olvido, el constante ninguneo y la sistemática falsificación de los hechos históricos.
Hubo más. Durante el transcurso de aquel 30S, y mientras el mandatario se disponía a trasladarse hasta el Regimiento Quito para convencer a los oficiales sublevados de que depusieran su actitud, políticos de la oposición ingresaban rompiendo sus puertas de vidrio al canal de televisión estatal, para impedir su transmisión. En tanto, otros dirigentes de las mismas organizaciones instaban a los oficiales de la policía que custodiaban los edificios públicos a sumarse a la protesta, y alzarse en armas contra la Constitución. Para completar el cuadro, un dirigente sindical exhortaba a los trabajadores a tomar la Asamblea Nacional, aunque sólo guardias de la Policía le hacían caso, impidiéndoles el paso a los legisladores del partido gobernante. Era un claro intento de derrocamiento.
Sin dudas, la Argentina 2012 no es Quito 2010, pero que las hay las hay. Tanto que cualquiera que encienda el televisor en Ecuador podrá ver la programación completa de Canal 13 de Buenos Aires, en simultáneo a su transmisión en la Argentina, incluidos el aquadance, Lanata y el miserable spot de campaña del gobernador De la Sota, que también rota en la CNN en español. La cadena ilegal del Grupo Clarín trasciende las fronteras nacionales, no obstante lo cual sus voceros locales y sus socios regionales repiten con total ligereza que en la Argentina no existe la libertad de expresión.
Los justificadores mediáticos de la sublevación policial consideraron “justo” el rechazo de los oficiales armados al plan integral de reforma del Estado que el presidente Correa había puesto en práctica tiempo antes, y que recién encontró su punto de hervor cuando la “sintonía fina” tocó las puertas de la Policía Nacional. ¿Acaso sus oficiales tenían coronita para resistirla, como creen tenerla en la Argentina los sectores medio altos y altos del todo, que a diario se niegan a poner en blanco sus ingresos, a transparentar sus trampas financieras, y patalean porque ya no se les permite atentar contra la economía nacional atesorando en dólares sus ganancias sin justificar?
¿Qué pasaría si las expresiones violentas de las últimas semanas provinieran del kirchnerismo? ¿Y si fueran partidarios de Cristina quienes movilizaran hacia las puertas de la casa en un barrio obrero de un dirigente importante de la oposición, como hicieron con Guillermo Moreno, o el hermano de Agustín Rossi, en 2008? ¿Hay escraches buenos y escraches malos, acaso? Las amenazas de muerte, los correos electrónicos que instan a clavarle una 4/5 a Moreno en la cabeza, ¿qué son? ¿También espontáneos? ¿Una muestra del repentino interés de las clases acomodadas por la política? ¿Las mieles de la acción directa como vía alternativa a la institucionalidad democrática de la revolución ciudadana que vivimos los argentinos desde hace nueve años? Si los recientes escraches fueran tan “efectivos” como las “inocentes” y “patrióticas” cadenas de mails que los convocan, ¿no estaríamos asistiendo a la crónica de un crimen anunciado?
Pero cómo: ¿los caceroleros que portan banderas nazis son democráticos, y la AFIP una KGB encubierta? ¿Es que habrán olvidado todo lo que dijeron de la mandataria cuando Cristina dio el nombre y apellido de un evasor sistémico de impuestos? “Lo escrachó”, impugnaron. Cuando, en cambio, el escrachado en la puerta de su propia casa y amenazado de muerte es Guillermo Moreno, la objeción de los medios de la oposición remite a la respuesta dada por el secretario de Comercio. “Uy, dijo orto”, señalan con el dedo, como Capusotto cuando uno de sus personajes se asombra al descubrir mensajes subliminales a favor de la marihuana.
El escenario que sugiere la derecha parece un sketch de humor, pero es todo lo contrario. La naturaleza imita al arte. La discusión entre Estado y corporaciones bordea el paroxismo. A grandes alturas, grandes profundidades. En Ecuador, el candidato del PRIAN (de derecha, en la oposición), Álvaro Noboa, dice que el gobierno de Rafael Correa es una dictadura porque insiste en cobrarle los 98 millones de dólares en concepto de impuestos que alguna de las más de 100 empresas de primer nivel que componen su holding adeuda al Estado.
Noboa, al revés de Magnetto, al menos se presenta él mismo como candidato. No manda a otros a quemarse en público sosteniendo lo insostenible. Pero el mensaje es el mismo. Días atrás, el magnate le ofreció la candidatura a vicepresidente a la líder del movimiento indígena Pachakutik, Lourdes Tibán, aunque esta la rechazó. El mayor productor de bananas del mundo, y los dueños ancestrales de los árboles de plátano, juntos. ¿Se imagina alguien a Mauricio Macri haciéndole a Pino Solanas, a Binner, a la señora Ripoll, la misma oferta? ¿Por qué no? ¿Qué fue el Grupo A? ¿No hubo banderas rojas festejando con la Sociedad Rural aquel voto no positivo? La derecha siempre necesita parecerse a otra cosa para imponer su dominación de clase.
Para algunos la democracia termina en la ventanilla de la AFIP. En Ecuador se llama SIR, por Servicio de Rentas Internas. El gobierno será democrático en tanto condone sus deudas con el propio Estado. Pero la democracia es otra cosa. Y cada vez son más quienes se dan cuenta. De las conquistas democráticas, materiales y culturales no se podrá volver atrás tan fácilmente. La Argentina es, definitiva y positivamente, otra. América Latina, igual. Por primera vez en décadas, ambas se habitan mutuamente, se contienen entre sí, una en la otra se expresan. “Como la madera en el palito”, diría el poeta. Como la democracia en la bella palabra que la nombra. Y sí.