“No solamente son madres de sus hijos. Son madres de tantos chicos en el barrio. Son madres de los chicos y de las chicas del pasillo que se desviven para que la comida alcance”, dijo Oscar Ojea durante la ceremonia que concelebró junto a otros obispos por las mujeres que sostienen con la fuerza de su trabajo los comedores y merenderos comunitarios. La misa, presidida por el titular de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), se transformó en otro mensaje de advertencia de la Iglesia Católica sobre la crisis alimentaria que se vive en el país donde el gobierno nacional recién entregó insumos a los comedores una vez que quedó expuesto por retenerlos en los galpones del Ministerio de Capital Humano.

La ceremonia, fuertemente marcada por el espíritu religioso, se celebró en el santuario de la Virgen de Caacupé, en el partido de La Matanza, y Ojea estuvo acompañado allí por los obispos Juan José Chaparro (Merlo-Moreno), Marcelo Margni (Avellaneda-Lanús), Eduardo García (San Justo), Jorge Torres Carbonell (Gregorio Laferrere), Gustavo Carrara (auxiliar de Buenos Aires), Oscar Miñarro (auxiliar de Merlo-Moreno) y casi cuarenta sacerdotes que concelebraron en la misa.

La participación de la máxima autoridad de la CEA y la significativa presencia de obispos y curas en la ceremonia da cuenta de la importancia que la Iglesia le está dando al tema y la centralidad que ha adquirido la crisis en la agenda episcopal.

No se trata de un gesto aislado. Por caso, el cardenal Ángel Rossi presidirá este jueves en Córdoba una misa con el mismo objetivo. Será en la capilla Villa Angelelli de la capital de esa provincia para “reconocer a las mujeres que sostienen los comedores en nuestros barrios”. De esa ceremonia también participará el sacerdote Pablo Viola, delegado de la Pastoral de Adicciones de la arquidiócesis cordobesa.

Ojea, frente a las mujeres cocineras afirmó que “hemos querido en distintos lugares del país, cerquita del día de la Bandera, poder encomendar especialmente a estas mujeres nuestras que sirven la comida en nuestros barrios y que trabajan ya desde tempranito para todo esto”. En ese sentido Ojea subrayó que “no solamente son madres de sus hijos. Son madres de tantos chicos en el barrio. Son madres de los chicos y de las chicas del pasillo; entonces se desviven para que la comida alcance”.

Durante la ceremonia los obispos distinguieron a muchas mujeres presentes colocándoles una banda con los colores patrios en la que se leía la leyenda “Madre de la Patria”. Luego, ellas alcanzaron hasta el altar el mismo pan que distribuyen en los comedores, pero también las ollas que utilizan para cocinar y los tupper que usan para distribuir los alimentos.

Haciendo referencia al texto bíblico sobre la multiplicación de los panes que había sido leído como parte de la liturgia, el obispo Ojea reflexionó que “cuando rezamos la oración de Jesús y pedimos por el pan, por el pan de cada día, pedimos por el pan nuestro. No decimos el pan mío de cada día. Le pedimos al Padre Nuestro. El Padre que es de todos, el Padre de Jesús, le pedimos el pan nuestro, porque el pan es de todos. No le pido el pan mío, pero los apóstoles se habían olvidado de esto como tantas veces nos olvidamos nosotros de este corazón compasivo de Jesús. El pan es nuestro”, insistió.

Ojea se lamentó que “nos halla pegado la globalización de la indiferencia” que instala la idea de que cada uno se arregle como pueda. “Yo también soy responsable de la necesidad de mi hermano. No me puedo lavar las manos. Somos hermanos. No me puedo desentender. Cada uno sabe qué grado de responsabilidad puede tener con respecto a su hermano”, dijo sin hacer referencias a nadie en particular pero convocando a recuperar la solidaridad.

El titular de la CEA agregó que “estamos trabajando para no entregar nuestros barrios al narcotráfico, para no entregar nuestros barrios al enemigo que se constituye en dueño de nuestras vidas y que va formando un estado dentro de otro estado”. Según Ojea “estamos a tiempo” pero hay mucho por hacer y trabajar y “cada uno tiene que mirar su responsabilidad”.

Ante un templo colmado –en el que también había carteles con consignas que aludían al trabajo de las mujeres en los comedores– el obispo de San Isidro reconoció que “hoy es tanta la confusión en muchas situaciones en nuestros barrios que a veces la gente se enoja y viene enojada a pedir comida”. En ese sentido señaló que muchas veces ese enojo se expresa “cuando falta la comida, cuando llega un momento en que decimos no hay más, entonces nuestras mujeres tienen que soportar también el enojo y que les digan que ‘se quedan con la comida y se la guardan’”. Por eso, subrayó “no nos podemos confundir, menos en una emergencia, en una crisis” porque la “solidaridad tiene que ser cada vez más honda. Mi sentido de responsabilidad tiene que ser cada vez más grande”, agregó.

En su reciente documento los sacerdotes que trabajan en barrios populares habían sostenido que “trabados en pelear por los alimentos, no podemos avanzar en proyectos de verdadera inclusión” y destacaron que la cuestión “va mucho más allá del galpón de alimentos”. Porque, dijeron entonces los curas, “en un país con un 55% de pobreza y 18% de indigencia, no podemos pensar que el problema de la comida es psicológico o ideológico. No se combate con relatos y redes”.

En el documento de estos curas se decía también que “así como la bandera argentina flamea en todos los rincones de la Patria, queremos que a ningún hermano le falte el pan. Es tarea de todos, empezando por el Estado y siguiendo por todos, cada uno desde donde le toca. Que nunca más haya que reclamar comida”, escribieron días atrás. En el documento también pidieron “a la gente del Gobierno, a los políticos, a los formadores de opinión, a los empresarios, a todos” que recapaciten sobre el tema.

Frente a críticas públicas respecto de la actitud que vienen tomando algunos obispos y sacerdotes en relación a la crisis social y en particular el problema del hambre, el obispo de San Justo, Eduardo García, señaló durante una entrevista radial que “estamos haciendo lo que hay que hacer”. Aunque “como, no hay oposición, pareciera que nosotros somos la oposición”, acotó.

Tanto Ojea como el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, habían pedido en los últimos días “no politizar” las ceremonias religiosas, entendiendo por ello que este tipo de celebraciones no deben adquirir tintes partidarios. Por ese motivo decidieron expresamente que en esta ocasión no se cursara invitación a organizaciones políticas y el templo estuvo colmado sobre todo de mujeres que trabajan en comedores populares en los barrios. Días atrás, en dos misas celebradas en las parroquias porteñas de Santa Cruz e Inmaculado Corazón de María, parte de los asistentes entonaron la consigna “la patria no se vende” en un hecho que los obispos consideraron inadecuado.

 

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