Lo asegura el Grupo de Curas en la Opción por los Pobres, que denuncia el avance expulsivo de la soja en Santiago del Estero. A Lassaga lo intimaron de manera anónima a que “no se meta en lo que no le corresponde” porque la próxima no va a haber advertencia.
Un cura en medio del monte. Aunque esté solo, habla en plural. Hay otros que, al igual que él, dejaron de ocuparse únicamente de los bautismos y misas y se mezclaron con indígenas y campesinos en la resistencia. “Lo que hacemos es un poco de docencia, hacerlos conscientes de sus derechos. No pedimos nada especial, solo vivir en paz y que sus derechos posesorios a la tierra, a los caminos, al agua, no sean avasallados”.
Las acciones de Rubén Lassaga, párroco de Nueva Esperanza, cabecera del departamento Pellegrini en Santiago del Estero, tienen un costo. Hace unos días, desde un número de teléfono con prefijo de Tucumán, explicitaron el precio: “Le queremos hacer llegar un mensaje al señor cura: los caminos del monte de Pellegrini son largos y solitarios, y él siempre anda solo. Los caminos tienen sus trampas, y que por favor no se siga metiendo en lo que no le corresponde, y que la próxima no va a haber un mensaje de advertencia”.
En esa zona de parajes –El Quemado, La Aloja, La Bolsa, Los Cercos, El Cavao, La Ovejería, Las Delicias, Puesto Nuevo, El Diablo, Ahí Veremos, La Manga, Agua Amarga y El Saladillo, entre otros– donde los límites entre Salta, Tucumán y Santiago de Estero se vuelven invisibles, funciona desde hace casi veinte años la Mesa Parroquial de Tierras, un espacio que surgió con el fin de “promover la organización de las comunidades campesinas y urbanas; promover la capacitación en cooperativismo, en derechos humanos, sociales y ciudadanos en forma sustentables de producción alternativa; y mejorar la calidad de vida desde un proyecto socio político de inclusión y derechos”. Los redactores de aquellos nobles principios quizás subestimaron la feroz oposición de los poderosos.
“Es la primera vez que pasa algo así –reconoce Lassaga, integrante de la Mesa Parroquial de Tierras– y eso que estuvimos en conflictos violentos con bandas armadas, pero nunca llegaron a tanto. ¿Qué explicación le encuentro? Es todo parte de un contexto de lucha por la tierra en Santiago del Estero que viene desde hace mucho tiempo y que se ha recrudecido desde mediados de los años 90 con la autorización de las semillas transgénicas, lo que provocó la extensión de la frontera agropecuaria, que no es otra cosa que desmontar el bosque nativo para plantar soja, expulsando a las comunidades originarias o fumigándolas si deciden quedarse en sus tierras”.
En un comunicado de repudio, el Grupo de Curas en la Opción por los Pobres (COPP), “herederos” del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, expresó que “desde siempre en nuestra Patria la pretensión de poseer la tierra o distribuirla fue motivos de conflictos. Así fue que campesinos e indígenas fueron desalojados, desplazados y asesinados. Sus tierras apropiadas, sus animales matados, sus pozos envenenados y topadoras y fuerzas de seguridad, legales e ilegales, se hicieron presentes donde ayer estaban ausentes”.
“Con la complicidad de los poderes judicial y político, y la manipulación mediática, los que ayer ocupaban tranquila y ancestralmente las tierras hoy pasaron a ser presentados como usurpadores y delincuentes (…) queremos recordarle al poder judicial que su causa es la justicia, al poder ejecutivo que su causa es el pueblo, a los medios de comunicación que su causa es la verdad, y a los apropiadores y violentos que ellos son la causa del dolor y el sufrimiento de tantas y tantos”, concluye el documento.
Para Sergio Raffaelli, párroco de Pozo Hondo y colega de Lassaga, en eso de resistir el avance implacable del agronegocio, el compromiso asumido (aún a riesgo de perderlo todo) solo se explica a través de ese mandato cristiano de “estar al lado, no de los buenos ni los pulcros, sino de los pobres”.
“Como cura –continúa– uno quiere vivir acompañando la vida de los pobres y el principal problema que tienen es la propiedad de la tierra, sea porque los dueños de la soja los quieren expulsar, sea porque los fumigan y los enferman. Cuando uno visita la comunidad o hace las cosas propias de cualquier cura, como oficiar un bautismo o una misa, se entera de las realidades de las comunidades y no puede hacerse el tonto. De alguna manera uno se compromete y hace propias esas luchas”.
A principios de julio, el gobernador Gerardo Zamora se ufanó a través de sus redes sociales del estudio realizado por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) que colocaba a Santiago del Estero como la sexta provincia que más ingresos generó por exportaciones. Para Raffaeli es, apenas, una cara de la moneda. “En Santiago cada vez entran más dólares por la soja, pero eso también significa más deforestación, más expulsión de campesinos que se tienen que ir a vivir a los cordones de las grandes ciudades, más fumigación que enferma y mata a las comunidades. Todo eso se esconde debajo de la alfombra porque el único criterio para pensar un modelo de desarrollo es que entren dólares. El costo humano no importa”.