Martín Llaryora, el candidato del oficialismo, competirá contra Luis Juez, de Juntos. Coincidencias programáticas, diferencias de forma y polarización segura. Más continuidad que cambio.
Tras una campaña de baja intensidad, con características muy propias, demasiados entrelazamientos y sin grandes promesas de cambio real, unos 2.984.631 cordobesas y cordobeses, el 8,69 por ciento del padrón electoral nacional, podrán acudir hoy a las urnas para elegir al sucesor de Juan Schiaretti. Será también un cambio de época en la moderna política mediterránea: por primera vez en 25 años, ni Schiaretti ni José Manuel de la Sota, ni sus apellidos, aparecerán en la cabeza de la BUS (Boleta Única de Sufragio).
Con 11 alianzas, una lista kirchnerista con Federico Alesandri y Gabriela Estévez, una “síntesis” entre un albertista y una camporista tras el faltazo de 2019, y libertarios divididos, la provincia también renovará 70 legisladores para la Legislatura Unicameral. Del total de las bancas, 26 corresponden a cada departamento por mayoría simple, mientras que las otras 44, que se eligen por distrito único, de manera proporcional por sistema D’Hondt. También se renuevan los tres tribunos de cuentas y más de 200 localidades eligen intendente. Además, cuatro ciudades utilizarán voto electrónico. Mucho en juego, aunque con “players” muy parecidos.
Sinécdoque a la cordobesa
Más allá de nombres, los programas de Martín Llaryora (Hacemos Unidos por Córdoba) y Luis Juez (Juntos) son muy similares. Incluso, tanto el intendente de la ciudad de Córdoba y como senador nacional comparten filiación política, el PJ cordobés. Y sus vices, Miriam Prunotto y Marcos Carasso también: ambos se reconocen radicales.
Las coincidencias no terminan ahí. Programáticamente, ninguno de los dos ofrece un cambio de timón fuerte en torno al rumbo económico y político de la provincia. Además de la aversión al kirchnerismo, ambos cuentan con el visto bueno del círculo rojo local: el influyente Grupo de los 6 (G6), que hace base en la Bolsa de Comercio de Córdoba.
Apostilla no tan al margen. El presidente de la entidad, Manuel Tagle, no es una persona de dar vueltas. Hace unos días reclamó baja en las jubilaciones y una reforma laboral, no sin antes sentenciar con sabiduría de café que “hay que sacar las asignaciones familiares porque estimulan el embarazo”. Manuel Tagle es, a no sorprenderse, íntimo de Mauricio Macri.
La relación con el ex presidente también tiene puntos de contacto. En diciembre del año pasado filtraron, “desde Buenos Aires”, dicen desde el entorno de Llaryora, la foto de una reunión con el autor de Primer Tiempo. Sulfurado, Juez dijo que no se puede “dormir con el enemigo”. Pero tras el affaire Schiaretti-Rodríguez Larreta, las posturas se acercaron y Macri tuvo que apostar por el senador.
También hay una alianza irrompible con las patronales agropecuarias. Ambos coinciden en que el apoyo del “campo” es fundamental para sus aspiraciones y que se trata “del motor productivo” de la provincia. La eliminación de las retenciones es música para los oídos de las patronales agropecuarias.
Incluso, días atrás, el propio Juez dijo que el ministerio de Agricultura irá para un hombre de la Mesa de Enlace local. Sintonía pura. Llaryora no le fue en zaga y el jueves definió al sector como un “aliado estratégico”. A su costado, Sergio Busso, actual titular de la cartera y número puesto para continuar, asintió con fruición.
Bien arriba en las prioridades aparece el tema de la seguridad. Sin ambigüedades ni retórica innecesaria, la halconización es total: reclamo de fuerzas federales para combatir el narcotráfico, uso de armas no letales en la Policía. Como buen challenger, Juez fue por más: “voy a ser el ministro de Seguridad. Me voy a ocupar personalmente de la seguridad”.
Bases y desgastes
Con la gestión schiarettista como activo, y como lastre, Llaryora intentó presentarse como el cambio de la continuidad. Sin embargo, ante la necesidad de hacer base, abrió el juego del frente local incorporando a dirigentes del PRO hasta último momento, como el ex diputado Gabriel Frizza, o bien sosteniendo la alianza con Martin Gill, intendente de Villa María y ex subsecretario de Obras Públicas. En este último caso hay un acuerdo político que vence a las 00:01 de mañana. Desde entonces, el ex funcionario nacional empezará a trabajar en la campaña nacional para el candidato de Unidad Popular: Sergio Massa, íntimo amigo de Llaryora.
Ante la consulta de Página/12 acerca del sentir respecto de la oficialización del ministro de Economía a la presidencia, desde el entorno del sanfracisqueño no soltaron prenda. “Estamos con Juan”, sentenciaron. Juan es Schiaretti, quien competirá en las PASO junto a Florencio Randazzo.
Por su lado Juez llega tras surfear una campaña con mucho apoyo de referentes nacionales que, paradójicamente, fueron los mismos que, con el viaje a Buenos Aires, le hicieron “perder dos días de campaña”. Atrás quedó la competencia interna con Rodrigo de Loredo, candidato a intendente y joven esperanza de la guardia boinablanca. El diputado afín a Martín Lousteau, que irá el mes que viene por la Intendencia de la capital, bancó a Juez. Dependiendo de los resultados de mañana, se verá qué tan firme sigue la sociedad.
Será la tercera vez que el verborrágico senador irá por el asalto al Panal. Atrás quedó el comicio de 2007 cuando denunció que le “chorearon” las elecciones ante Schiaretti, tras un extraño apagón durante el escrutinio. Sabe que es su última gran oportunidad por el gran premio por el que ya fue dos veces.
Cordobesismo o partido cordobés. Sin demasiadas diferencias. El metaverso del 70/30 en su salsa.
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