El culpable es el mayordomo. ¿En serio?

Por Barbie Latza Nadeau

El Papa Benedicto XVI se veía realmente abatido el domingo a la mañana mientras celebraba la que de otro modo hubiera sido la jubilosa misa de Pentecostés en la Basílica de San Pedro. “Estamos viviendo en una nueva Babel”, dijo durante su homilía. “Todos experimentamos divisiones y conflictos internos que tienen su origen en impulsos humanos y espirituales. No podemos obedecerlos a todos. No podemos ser egoístas y generosos al mismo tiempo”. El pontífice, de 85 años, parecía referirse al hecho de que uno de sus asistentes más confiables, Paolo Gabriele, no estaba cerca, como lo había estado en casi todas las misas que el Papa ha celebrado desde 2006. Gabriele, el mayordomo papal, estaba en una celda reservada dentro de los altos muros de piedra que rodean a la Ciudad del Vaticano, acusado de robo agravado de documentos personales del Papa y por haberlos filtrado a los periodistas italianos. Pero sin motivos para traicionar al Pontífice y con pocas pruebas más allá del escueto anuncio sobre el arresto que brindó el Vaticano, son varios los que se preguntan si realmente fue el mayordomo.

Gabriele, en su calidad de principal servidor papal, habría tenido libre acceso al escritorio y documentos personales del Papa, pero fuentes cercanas al Vaticano dicen que la mayoría de los documentos que fueron filtrados a la prensa en el último año probablemente nunca hayan pasado por el escritorio de Su Santidad. La Curia Romana es una máquina muy bien aceitada, y se sabe que el Papa está mucho más interesado en los problemas de doctrina que en los asuntos del día a día de la Santa Sede. Los documentos que salieron a relucir habrían sido manejados por Tarcisio Bertone, el secretario de Estado del Vaticano, o procesados por los secretarios del Papa, quienes podrían haber comentado al Sumo Pontífice su contenido, pero no necesariamente habérselos entregado.