El juez Martínez de Giorgi lo citó para que amplíe su declaración. Será, además, una oportunidad para que explique por qué intervino los escritos del exchofer que precisamente Stornelli utilizó como base de la megacausa por supuestos pagos ilegales en obra pública símbolo de la persecución a Cristina Fernández de Kirchner.
El expolicía Jorge Bacigalupo, el hombre que hizo correcciones y sobreinscripciones en al menos dos de los cuadernos de su amigo Oscar Centeno, está en problemas. El peritaje de su celular reveló que en marzo, en el momento en que era allanada su casa, se comunicó con el fiscal Carlos Stornelli y hablaron durante 51 segundos. El juez Marcelo Martínez de Giorgi lo citó para ampliar su indagatoria el 15 de noviembre, y allí se le mostrará el resultado del análisis de sus teléfonos y su computadora. Será, además, una oportunidad para que explique por qué intervino los escritos del exchofer del Ministerio de Planificación que precisamente Stornelli utilizó como base de la megacausa por supuestos pagos ilegales en obra pública símbolo de la persecución a Cristina Fernández de Kirchner, en este caso a fuerza de las famosas anotaciones y de declaraciones de arrepentidos.
Bacigalupo fue alguien fundamental en el inicio de la causa de los cuadernos de su amigo Centeno, que al parecer tenía guardados en su casa. Un día de 2018 se los entregó al periodista de La Nación Diego Cabot, quien los digitalizó y entregó copias al fiscal Stornelli. Luego los devolvió. Las notas de Centeno, chofer de Roberto Baratta en el Ministerio de Planificación, en un comienzo dejaban constancia de sus itinerarios, pero con el tiempo empezaron a incluir relatos de supuestos traslados de bolsos con dinero que salpicaban a conocidas empresas y a funcionarios. Los cuadernos son ocho. El fiscal y el fallecido juez Claudio Bonadio se las ingeniaron para quedarse con la investigación sin mandarla a sorteo, haciéndola pasar como parte de otra. Ahí empezó el desfile de detenidos, entre ellos empresarios a quienes se les ofrecía arrepentirse para dar información, con especial interés en que comprometiera a CFK, sobre quien nunca se demostró participación en pagos ilegales pese a lo cual fue enviada a juicio.
Peritajes cruciales
La causa a cargo de Martínez de Giorgi fue impulsada por el empresario Armando Loson, de Albanesi SA, uno de los varios implicados. El denunciante mandó a hacer en forma privada lo que nunca se había hecho en el expediente: peritar los cuadernos, en este caso copias digitalizadas. El estudio reveló que en los cuadernos que lo nombraban había por lo menos 1600 enmiendas y tachaduras. Estaba, por ejemplo, corregido su nombre de pila y la dirección de sus oficinas. El juez mandó a hacer un peritaje oficial a la División Scopometría de la Policía Federal, que confirmó las irregularidades en los manuscritos y reveló que otras manos habían intervenido en la escritura. Ahí el magistrado ordenó allanar a Bacigalupo para llevarse, entre otras cosas, papeles con su caligrafía y cotejarla con la de los cuadernos. Todo parecía dar una coincidencia y Bacigalupo fue citado para hacer un “cuerpo de escritura” y nuevos estudios.
El día de aquel allanamiento fue cuando Bacigalupo llamó a Stornelli. La pregunta inevitable es por qué o para qué. ¿Justo a Stornelli? El empresario Gerardo Ferreyra, que no se quiso “arrepentir” –a diferencia de la mayoría– y pasó por eso un año detenido, contó más de una vez el apriete del fiscal para dejarlo en libertad a cambio de señalar a los Kirchner. La clave de la causa impulsada por Loson es que pone en duda la validez de los cuadernos como prueba, ante la evidencia de su manipulación. ¿Fue todo una operación? Esta situación ya desde el año pasado, a medida que afloraron las anomalías, puso en guardia al Tribunal Oral Federal 7, que tiene pendiente el juicio oral, y a la fiscal Fabiana León, quienes ponen todos los obstáculos posibles a Martínez de Giorgi y han apuntado a quitarle la pesquisa.
El juzgado mandó a hacer dos estudios más. Uno, otra vez, se lo encargó a Scopometría de la Policía Federal que determinó que las enmiendas y agregados en dos cuadernos se correspondían con la caligrafía de Bacigalupo. Algo que llamó la atención es que hasta el perito del expolicía firmó el informe con esa conclusión. Un análisis lingüístico fue encomendado a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y estableció que en los textos aparecían expresiones que no se correspondían con las utilizadas por Centeno. Se determinó una diferencia entre el cuaderno número 4 (que es de 2008 y 2009, cuando las anotaciones eran simples viajes) respecto del 7 (2013) y del 8 (2015). Estos dos últimos hablan de dinero. El informe señala, por ejemplo, que “hay un cambio de intencionalidad del sujeto de la escritura”, varían “el léxico” y “la sintaxis”. “No es posible definir un perfil autoral uniforme de los cuadernos”, lo que implica que no escribió una sola persona. No es descabellado pensar que Bacigalupo le pudo haber dictado a Centeno, además de hacer su parte.
La indagatoria
Uno de los delitos que se le podrían imputar en esta causa a Bacigalupo es encubrimiento agravado. También falsificación de documento. Los hallazgos sobre su papel en la trama de los cuadernos podrían revelar algo más grande. ¿Alguien le dio instrucciones? ¿Hubo una operación planificada? El llamado con Stornelli abre más dudas. El expolicía deberá presentarse para ser indagado el 15 de noviembre. Le habían secuestrado tres teléfonos, dos no se pudieron abrir, y una computadora. Faltan algunos detalles para terminar el peritaje pero el juez consideró que tenía suficiente para la citación. Como todo imputado puede negarse a declarar. Si habla, habrá que ver si ofrece algo revelador y comprobable.
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