En formato inverso, 18 gobernadores firmaron un pacto que no compromete a nadie, pero que concede argumentos al gobierno nacional para negarles financiamiento cuando lo necesiten. No se puede gastar más del 25 por ciento del PBI, firmaron. En formato grotesco, suboficiales y oficiales veteranos de Malvinas desfilaron para un gobierno que desmontó el respaldo al reclamo argentino por las islas.

Como si el país hubiera pasado del otro lado del espejo, las cosas suceden al revés. La mayoría eligió a un gobierno para que baje la inflación. El gobierno la aumentó y después la bajó al nivel que estaba antes de la devaluación. La mayoría votó a un gobierno para que mejore su calidad de vida y en seis meses este gobierno arrebató el 20 por ciento del salario y de las jubilaciones. Un recorte espantoso, pero que a muchos de los afectados les pareció bien. Hay que sufrir. Es como un parto la vida.

El país está pariendo algo, suponen. Y defienden el sufrimiento que les impone ya no Dios ni la Naturaleza, sino las grandes corporaciones cuyos ceos están en el santoral del presidente ambulante Javier Milei. Han cerrado miles de pequeñas y medianas empresas pero en estos seis meses el Grupo Eurnekian y la corporación de Paolo Roca han tenido más ganancias que en lo que va del siglo, junto con otras corporaciones cuyos gerentes ahora son funcionarios de este gobierno.

Hicieron desfilar a los veteranos de guerra, los llevaron a sus programas de televisión, hicieron como si este fuera el primer gobierno que lo hacía, Milei se representó como el gran paladín de Malvinas. Es un golpe bajo que utilice así a los ex combatientes, cuando su política pro OTAN le exige un entreguismo cipayo con Malvinas. Pero es la lógica inversa de este lado del espejo.

A poco más de un mes de haber asumido, Milei viajó a Davos. La única bilateral importante, supuestamente fuera de agenda, fue con el entonces canciller británico, David Cameron. El presidente comentó que se había mencionado el tema Malvinas, pero no fue específico. A partir de esa reunión, Gran Bretaña lanzó una fuerte ofensiva diplomática para fortalecer su posición en las islas. El gobierno de Milei apenas reaccionó, como si todo ya hubiera sido negociado.

En febrero, pocos días después de reunirse en Davos con Milei, Cameron se convirtió en el primer canciller británico que visitó las islas. Para el status creado después de la guerra, la sola visita del canciller significó una avanzada británica. Cameron fue más allá y desde Malvinas hizo declaraciones ofensivas para Argentina. “Desde aquí decimos que las islas Falkland son y serán de Gran Bretaña”.

La canciller Diana Mondino y el gobierno en general, permanecieron callados. La presión de la opinión pública hizo que la mujer difundiera un tuit chistoso sobre el tema. Una semana después, cuando Cameron ya había regresado a Londres, el gobierno británico anunció que duplicaba, de 166 mil kilómetros cuadrados a 449 mil kilómetros cuadrados, la zona de Exclusión alrededor de las islas Malvinas y de las Georgias del Sur.

Otra vez se desentendió el gobierno que acaba de alardear de malvinero con los ex combatientes. Y finalmente, la empresa británica Rockhopper anunció que se asoció con la petrolera israelí Navitas, para explotar un yacimiento en el mar argentino, a 200 kilómetros de las Malvinas. Esperan trabajar 30 años para extraer 580 millones de barriles de petróleo.

Y otra vez Milei miró se hizo el tonto. Subió a un tanque producido durante los gobiernos peronistas, hizo como si fuera lo que no es. El gobierno hizo el simulacro malvinero cuando en realidad estaba entregando las riquezas de las islas.

Mientras desfilaban los ex combatientes, muchos de cuyos compañeros dieron sus vidas para defender lo que hoy regala el presidente, el alineamiento internacional del gobierno argentino se plantaba junto a los que siempre votan en contra de los reclamos argentinos por Malvinas: Gran Bretaña, Israel y Estados Unidos.

No es un secreto la admiración de Milei por Margaret Thatcher, la que dio la orden de hundir el crucero General Belgrano fuera del Teatro de Operaciones. Incluso tiene recuerdos de ella en su despacho, como lo consignó la periodista de la BBC de Londres cuando lo entrevistó en junio.

En esa entrevista, Milei defendió la visita de Cameron y de alguna manera confirmó que había consentido en Davos la ofensiva británica: “Si ese territorio está ahora en manos del Reino Unido tiene derecho a hacerlo, no lo veo como una provocación”, afirmó. Se desprende de esa afirmación que también le concedió derecho para ampliar la zona de exclusión y explotar la pesca y el petróleo.

En esos días, la canciller Diana Mondino hizo declaraciones que parecieron fruto de su inexperiencia al afirmar que había que escuchar a los ciudadanos británicos que viven en Malvinas. Esas declaraciones iban a contrapelo de las reglas internacionales que ven a esos ciudadanos como población implantada y por lo tanto no tienen derecho a la autodeterminación.

Gran Bretaña es miembro estratégico de la OTAN, adonde pidió ingresar la Argentina de Milei, con lo cual el reclamo de soberanía en las islas se convierte en un obstáculo que debe extirpar de su política internacional. De hecho, al romper la posición tradicional de Argentina por la paz, el alineamiento del gobierno en dos guerras como las de Ucrania y Medio Oriente impactó en la estrategia diplomática por Malvinas.

Las islas no son apenas un promontorio, tienen casi 13 mil kilómetros cuadrados, están sobre la plataforma continental argentina, están en el mar argentino a menos de doscientos kilómetros del continente. Gran Bretaña había desistido de su reclamo ante los reyes de España y las islas pasaron por la legislación internacional a la Argentina. En el momento de la invasión había población y autoridades argentinas que fueron retiradas. Argentina hizo el reclamo desde el primer momento de la invasión. Gran Bretaña no tiene ningún derecho sobre las islas. Argentina padece en ese enorme territorio uno de los residuos anacrónicos del colonialismo del siglo XIX. El reclamo argentino no se puede reemplazar por un desfile de uniformes planchaditos.

En la última reunión del Concejo de Descolonización de la ONU –el C-24– donde el respaldo a la posición argentina siempre ha sido de total unanimidad, este año encontró más de un obstáculo. Los países árabes, enojados por la decisión de trasladar la embajada argentina en Israel de Tel Aviv a Jerusalen más los caribeños del CARYCOM, finalmente invitaron a los kelpers a exponer en la comisión. Algunos representantes se resistieron a repetir su voto con Argentina y la sesión estuvo al borde de ir a votación. Finalmente, la resolución salió como todos los años, pero, desde que asumió Milei, la falta de energía y de políticas para sostener el reclamo argentino por Malvinas debilitó la posición del país y puso el reclamo en la cuerda floja.

En el plenario de presidentes del Mercosur que se realizó esta semana en Paraguay, a la que no asistió Milei, no hubo declaración de respaldo a la Argentina, como se acostumbra. Tampoco la hubo en la asamblea de la OEA que también se efectuó en Paraguay. El bloque de la CELAC no respaldó la posición argentina, porque los países del CARYCOM fueron reticentes. Argentina rechazó en la OEA la agenda 2030 sobre cambio climático, cuando varios de esos países han sido muy afectados.

 

Esta vez el espejo o la lógica inversa no alcanzan. Un desfile no puede tapar el abandono de los derechos argentinos frente al colonialismo británico.