Desde que en 2009 la presidenta de la Nación presentó el proyecto de Ley sobre Servicios de Comunicación Audiovisual (SCA), propiciando un debate previo antes de su tratamiento en el Congreso Nacional, comenzó a generarse un cambio en los medios de comunicación y los comunicadores.
La discusión del proyecto en cientos de debates y foros en todo el país había despertado la necesidad de expresarse sobre temas ocultados, negados y hasta censurados, por los que hegemonizaban la palabra escrita, fuente casi excluyente en la formación de sentido y de opinión. Se había perdido el miedo a hablar sobre el tema.
Cuando en agosto de ese año comenzaron las audiencias públicas en el Congreso de la Nación, primero en Diputados y luego en el Senado, hubo dos ponencias que corrieron el velo a un tema tabú para los editores de diarios de la Argentina y consecuentemente para el resto de los argentinos: la fábrica de papel para diario Papel Prensa y su distribución monopólica.
La primera de las exposiciones estuvo a cargo del periodista y empresario Osvaldo Papaleo, quien reveló la forma en que los diarios Clarín, La Nación y La Razón habían arrancado la fábrica Papel Prensa a su familia, en ocasión de que todos sus miembros se encontraban secuestrados en el Centro Clandestino de Detención denominado el “Pozo de Banfield”.
REVELACIÓN. La segunda ponencia –a mi cargo–, se ocupó de revelar cómo aquellos tres diarios que se quedaron con la fábrica de papel, a partir de un manejo extorsivo y discrecional en la distribución del mismo, en poco tiempo pasaron a hegemonizar la agenda periodística de la Argentina.
Sin saberlo en ese momento –aunque lo buscaba junto a otros editores–, habíamos plantado una semilla para la elaboración del proyecto de Ley que declaró de interés público la fabricación de papel para diario y su norma regulatoria, sancionada finalmente el 11 de diciembre de 2011.
El debate siguió por todo el país, aún después de la sanción de la Ley de Medios; más aún, cuando desde hace cuatro años no se pueden aplicar sus principales artículos que le dan el carácter antimonopólico a la norma.
También ese debate sigue abriendo un espacio para el esclarecimiento, cada día más enriquecido, sobre cómo el monopolio construye la agenda de temas, en los que cada día debemos preocuparnos, y sobre todo, por el interés que despierta este tema en las nuevas generaciones.
PREOCUPACIÓN. Muy preocupado por el avance de la causa penal de Lesa Humanidad, sobre la apropiación de Papel Prensa, que se tramita en el Juzgado Federal N° 10 de Capital Federal, el monopolio mediático ya empezó a tirar con cualquier cosa, subestimando la inteligencia de sus lectores y de las audiencias de sus múltiples señales que aún conservan.
A pesar de ello, todavía algunos editores de diarios, principalmente los beneficiados en el precio de venta del papel para diario, siguen tomando a sabiendas de su falta de comprobación en los hechos, los temas propuestos por los diarios Clarín y La Nación.
El tema de la inflación en la Argentina es un ejemplo acabado, que el monopolio mediático comenzó a blandir en 2008, en pleno conflicto por la Resolución 125. Sin embargo, en la columna “El Changuito”, en el cuerpo principal, Clarín admitió que la canasta básica de alimentos desde el 28 de junio de 2012 hasta la última semana de junio de este año había aumentado sólo el 13,8 por ciento.
PRAGMÁTICO. Dicha columna acaba de ser levantada, seguramente porque será uno de los temas de campaña de su nueva esperanza blanca, el ex Jefe de Gabinete de Cristina, Sergio Massa, eyectado del Gobierno Nacional por transar con los grupos monopólicos y oligopólicos a los que en 2009 intentó incluir en los Convenios de Cancelación de Pasivos Fiscales, cuya aplicación en principio sólo se planteaba para los medios de comunicación Pymes.
“Yo soy un pragmático” les dijo Massa a sus colaboradores cuando pergeñó la incorporación de Clarín y La Nación al canje de las deudas fiscales por publicidad; el Grupo Uno de Vila – Manzano logró colar con 80 millones y se sumó a los medios chicos que desde la crisis de 2001 arrastraban una mochila fiscal de casi 30 millones, que la brutal devaluación de Duhalde les había generado.
(*) Editor periodístico; Secretario de la Comisión Federal Asesora; miembro de la Mesa Nacional de Coordinación de la Coalición por una Comunicación Democrática; y vicepresidente ejecutivo de Cadypba.