En una carta en la que criticó la teoría del derrame, el Papa se comunicó con los líderes del continente y advirtió quehasta que no se logre una distribución equitativa de la riqueza “no se resolverán los males de nuestra sociedad”.
El papa Francisco manifestó hoy su deseo para que la VII Cumbre de las Américas que se realiza en Panamá constituya “un diálogo sincero”, en una carta en la que criticó la “falacidad” de la teoría del derrame y en la que indicó que “hasta que no se logre una distribución equitativa de la riqueza, no se resolverán los males de nuestra sociedad”.
Las palabras del pontífice fueron escritas en una misiva difundida hoy por la Santa Sede y remitida el pasado viernes al anfitrión del cónclave de jefes de Estado, el presidente panameño, Juan Carlos Varela. “Me gustaría manifestarles mi cercanía y aliento para que el diálogo sincero logre esa mutua colaboración que suma esfuerzos y supera diferencias en el camino hacia el bien común”, manifestó el Papa.
El santo padre explicó, también, que comparte el tema elegido para esta Cumbre, “Prosperidad con equidad: el desafío de la cooperación en las Américas”, ya que está convencido de que “la inequidad, la injusta distribución de las riquezas y de los recursos, es fuente de conflictos y de violencia entre los pueblos”.
“Hay bienes básicos como la tierra, el trabajo y la casa, y servicios públicos, como la salud, la educación, la seguridad, el medio ambiente, de los que ningún ser humano debería quedar excluido”, indicó en la carta que reproduce el sitio oficial de noticias del Vaticano.
En ese sentido, el líder de la Iglesia Católica comentó que “el gran reto de nuestro mundo es la globalización de la solidaridad y la fraternidad en lugar de la globalización de la discriminación y la indiferencia y, mientras no se logre una distribución equitativa de la riqueza, no se resolverán los males de nuestra sociedad”.
El papa instó a que haya mayor colaboración entre los Estados en temas de migración ya que “la inmensa disparidad de oportunidades entre unos países y otros hace que muchas personas se vean obligadas a abandonar su tierra y su familia, convirtiéndose en fácil presa del tráfico de personas y del trabajo esclavo, sin derechos, ni acceso a la justicia”.
“A veces, incluso dentro de cada país, se dan diferencias escandalosas y ofensivas, especialmente en las poblaciones indígenas, en las zonas rurales o en los suburbios de las grandes ciudades. Sin una auténtica defensa de estas personas contra el racismo, la xenofobia y la intolerancia, el Estado de derecho perdería su legitimidad”, agregó.