Urgido por el calendario y los contratiempos en su estrategia judicial, Héctor Magnetto arengó a su tropa durante un retiro de lujo a orillas del Océano Atlántico. Fueron dos jornadas de catarsis, tensiones, lamentos, arrebatos y advertencias apenas matizados por el exquisito catering del Hotel Costa Galana y el reconfortante aire prístino de Mar del Plata. Convocados para participar de la 18ª Convención Anual del Grupo, más de un centenar de gerentes y directores de medios escucharon las instrucciones que guiarán el ataque. Y aunque Magnetto recurrió al críptico lenguaje corporativo para ocultar el trazo fino de su estrategia, los empleados del Grupo se fueron de “La Feliz” con la certeza de que se combatirá en tres frentes: el judicial, el político y, claro, el mediático.
Magnetto, CEO de Clarín
La puesta se cuidó al detalle, con ejército de seguridad privado incluido, para evitar que declaraciones inconvenientes se filtraran a la prensa. A pesar de esas precauciones, el sitio corporativo del Grupo difundió los principales pasajes del discurso de Magnetto. No hace falta tener conocimientos avanzados en política, poder y negocios para decodificar el mensaje. Eso sí: ciertas frases no son aptas para estómagos delicados, como esa en la que el CEO aseveró: “Nosotros defendemos lo que creemos es una organización saludable y racional para el ejercicio de la comunicación independiente. Tenemos el deber de honrar el estado de derecho y la institucionalidad que sostenemos”. La evocación republicana suena extraña en boca de alguien que pactó con una dictadura genocida y que presionó sin pudor a todos los gobiernos democráticos para obtener más y mejores negocios.
Sin temer a la retórica cínica, el CEO llamó a utilizar los recursos periodísticos del Grupo para defender los intereses corporativos: “Periodismo y propaganda siempre fueron antítesis. Poder hacer periodismo cuando todo en el entorno conspira contra ello es aún más difícil, pero a la vez es una oportunidad. Hacerlo con la vocación de masividad e inclusión que tienen nuestros medios, nos pone casi en un lugar único”, dijo, sin distinguir los intereses informativos de los comerciales.
Magnetto hilvanó su discurso en torno al 7D, la fecha en la que, según el fallo de la Corte Suprema, caducará la medida cautelar con la que Clarín logró burlarse de la ley. Con ese mecanismo, el Grupo consiguió frenar por tres años la aplicación del artículo 161 de la Ley de Medios que prescribe la adecuación de los multimedios cuyas tenencias superen los límites previstos en la norma. En su fallo, el máximo tribunal no avanza sobre la cuestión de fondo –Clarín plantea la inconstitucionalidad del artículo–, pero establece con meridiana claridad tres cosas: que la ley no afecta la libertad de expresión; que el 7 de diciembre, de no resolverse antes el planteo de fondo, caerá la medida cautelar, y que el plazo para presentar un plan de adecuación venció en diciembre de 2011, por lo que el 7D oficia de límite máximo para que se presenten los proyectos de desinversión. Magnetto, sin embargo, fue fiel a la línea editorial que impuso a sus medios: “El Gobierno –dijo el CEO– hizo una interpretación absolutamente distorsionada del fallo de la Corte, que pretende dejarnos a nosotros en igual situación que a aquellos que jamás fueron a la Justicia, ni lucharon, ni obtuvieron fallos favorables a la presunción de inconstitucionalidad en todas las instancias. Esto, en cualquier país del mundo, sería el origen de causas penales contra funcionarios por incumplimiento de sus deberes”. Traducido: el ejército de abogados que asesoran al Grupo trazó una estrategia que busca despegar a Clarín de la suerte de sus competidores. El argumento: que no se les puede aplicar a ellos el mismo plazo que al resto, ya que, durante este período, el Grupo estuvo amparado por una decisión judicial. El detalle, sin embargo, ya fue zanjado por la autoridad de aplicación. En varias resoluciones internas y exposiciones públicas, la AFSCA argumentó que hubiese sido injusto –e incluso beneficioso para Clarín– que el organismo aplicara la norma a los competidores menores del multimedios que más viola los límites fijados por la ley.
En tren de congraciarse con quienes deben resolver su planteo judicial, Magnetto extendió su mano hacia la corporación tribunalicia: “Se han querido llevar por delante un fuero entero del Poder Judicial, a un organismo constitucional como el Consejo de la Magistratura y hasta la propia Corte Suprema”, dijo, en referencia a la pulseada que oficialismo y oposición vienen librando en el Consejo de la Magistratura por la nominación de magistrados y las denuncias K contra camaristas que deben resolver en el expediente. Atentos, en el Costa Galana escuchaban las reflexiones del CEO, sin sonrojarse, algunos de los directivos del Grupo que compartieron un tour por Miami con los jueces que participaron de un foro sobre telecomunicaciones parcialmente financiado por Clarín. Fue, precisamente, esa escapada la que disparó una investigación judicial que buscará determinar si el Grupo pagó dádivas para aceitar la voluntad de magistrados que debían decidir en la causa.
Clarín, fuera de la ley
En el plano político, la estrategia dispuesta por Magnetto apuntará a capitalizar las expresiones de descontento a la cacerola, como la ejecutada el 8N, combinadas con presentaciones parlamentarias y declaraciones altisonantes de asociaciones internacionales de patronales de prensa y afines. El CEO ratificó esa vía sin reparar en falsas modestias: “Somos una piedra en el zapato a este estado de excepcionalidad permanente, a esa pose refundacional del país, somos un límite para la difusión acrítica de un relato en el que las grietas e inconsistencias son cada vez más visibles”, dijo, relegando casi a la nada a sus socios pigmeos como La Nación. Estuvo ingrato, el CEO: precisamente esta semana, Bartolomé Mitre, director del periódico centenario, había realizado una esforzada defensa corporativa de su socio de Papel Prensa en la revista Veja, del Brasil. Una entrevista donde dejó al aire la variedad de prejuicios y miedos antipopulares que habita desde siempre en la crema del poder real.
Es imposible saber a ciencia cierta quién le da letra a quién, pero lo cierto es que el siguiente párrafo proferido por Magnetto suele ser repetido, palabras más o menos, por todos los periodistas estrella del Grupo: “Va quedando cada vez más claro que la culpa no es del mensajero, que la realidad es la realidad aunque quieran ocultarla. Que ni Boudou, ni la tragedia de Once, ni el cacerolazo, ni el cepo cambiario, ni la inflación, ni la inseguridad fueron invento de los medios. Al revés, la gente hoy percibe claramente que hay cada vez menos medios que se lo cuentan”. La arrogancia, por lo que se ve, es otro rasgo corporativo del Grupo.
Complicado en el frente judicial y debilitado en el político por el moderado peso específico de sus aliados, Clarín apuesta a fortalecerse en el terreno que mejor maneja: el de las operaciones mediáticas.
Con pericia de experto, el Grupo logró generar una corriente de simpatía en su público presentándose como el David de una pelea desigual. En el tiempo que queda hasta llegar al 7D, el Gobierno debería evitar caer en la tentación que le propone el multimedios: polarizar la discusión en torno a Clarín es favorecer su estrategia de mostrarse como víctima. Entre los múltiples méritos que tuvo el largo y amplio debate de la norma, estuvo haber establecido que, con independencia de quién resultaría patrimonialmente afectado en la primera etapa de adecuación, el nuevo esquema de medios no era en contra de nadie, sino a favor de todos. Desde el comienzo Clarín buscó, precisamente, establecer lo contrario: que la ley llevaba su nombre. El propio Magnetto lo recordó en el discurso ante sus fieles: “Es una ley con nombre y apellido, escrita casi escandalosamente contra nosotros. Una ley que, sin ninguna duda, viola claramente varios derechos constitucionales”. Y agregó: “Esto, que en cualquier lugar del mundo daría lugar a un proceso sin sobresaltos ni exabruptos para garantizar nuestro derecho de defensa, aquí se transformó en una obsesión de Estado, en un camino plagado de irregularidades donde fuimos penalizados una y otra vez simplemente por respaldarnos en la Constitución”.
Esa capacidad para mezclar argumentos emocionales –la victimización– con legales –el planteo de constitucionalidad– le permitió a Magnetto obtener defensores incluso entre colegas empresarios a los que alguna vez sometió. Eso no evitó, sin embargo, que el CEO los humillara desde su púlpito marplatense: “Es mucho lo que hemos hecho para preservar el capital simbólico y empresario del Grupo Clarín, en un momento histórico donde ambas cosas se relativizan cada vez más. Frecuentemente las empresas se venden al mejor postor, no importa a qué se dedique o de qué lugar del mundo sea. Y desde lo intangible, las convicciones de muchos suelen acomodarse al interés de la coyuntura. La Argentina de los últimos años ha dado varios ejemplos de esto”, resumió el empresario, invocando para sí los valores éticos y morales que le niega al resto de la constelación mediática a la que, sin embargo, no duda en recurrir para involucrarlos en la defensa de sus intereses. Días pasados, por caso, se conoció la realización de una reunión secreta entre directivos del Grupo y el diputado-empresario de medios Francisco de Narváez. El resultado de ese almuerzo fue una proclama a favor de Clarín publicada en tapa de El Cronista Comercial, el diario que es propiedad del diputado. Lo que De Narváez obtendrá a cambio de sus servicios, por ahora, permanece en secreto.
Magnetto cerró su arenga como corresponde a un general en guerra: “El capital simbólico y empresario es algo que vamos a defender con toda la decisión, con toda la fuerza y con toda la inteligencia que podamos”, dijo. Los gerentes no necesitaban traductores para conocer el verdadero significado de esas palabras finales.