Para Jesús Olivera y Estefanía Heit, lo visible siempre fue más importante que la esencia. Esa filosofía se repitió en sus prédicas, en las casas que habitaron y hasta en sus propios cuerpos. Ella fue, hasta hoy, la cara del caso. Su cabello rubio sirvió durante dos años como escudo protector en una sociedad repleta de descendientes de alemanes del Volga. Sus ojos claros reflejaron el horror pero se abrieron bien grandes en todas las fotos que se dieron a conocer, como hipnotizando. La periodista y su pareja, el falso pastor evangélico, planeaban fundar una iglesia propia bajo el signo de la secta carismática colombiana llamada G12, que promueve una congregación reducida de 12 miembros por cada grupo.
Nacida y criada en Coronel Suárez, Heit cursó la escuela primaria en el colegio San José y la secundaria en la Escuela Media N°4, también conocido como el ex Colegio Nacional. Allí se ganó el apodo “La Zombie” por ser tan reservada. Luego de un novio al cual dejó, sobrevino otra relación que empató las frustraciones amorosas. Por despecho, entabló pareja con Jesús Olivera y se casó en secreto.
Él se parece a un galán con poca producción, especie de cumbiero romántico, dueño de un discurso precipitandamente místico. Con una barba que no termina de nacer, labios y pestañas gruesas y una obsesión particular: tener el cabello lacio. Ante la sociedad, pocas veces levantó la vista del suelo. Una de ellas fue en su momento de esplendor: una celebración en la cual ofició de pastor del Centro Cristiano Amar es Combatir, la célula G12 que quiso instalar en Coronel Suárez y para la cual intentó cooptar a su propio peluquero y a dos jóvenes que hablaron con este diario, pero que prefirieron no identificarse por “temor”.