El “recital” se concretó cuando el cantautor se aprestaba a participar de un homenaje a Evelyne Lamartine en la Parroquia de Nuestra Señora de Pilar.
Nada más tranquilo que la Plaza 12 de octubre, en pleno casco céntrico de Pilar, a eso de las siete y media de la tarde. La gente aprovecha para dar la vuelta al perro y disfrutar del buen clima. Hasta que este jueves cruzó el rayo de lo inesperado. Los que pasaban empezaron a escuchar la famosísima canción de León Gieco “Pensar en nada”, justo en la esquina que un músico callejero eligió para realizar su show cotidiano. La sorpresa fue que la voz era calcada a la del cantautor, la armónica sonaba como la del cantautor y los que conseguían acercarse descubrían que junto al guitarrista habitual estaba cantando el propio León Gieco.
Como todo, la imagen tiene su historia.
Este jueves a las 20 horas estaba convocado en la Parroquia Nuestra Señora de Pilar un homenaje a Evelyne Lamartine, la superiora que nunca dejó de buscar la verdad y dar testimonio sobre sus compañeras, las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon, secuestradas y asesinadas por la patota de la ESMA. Y cuando León Gieco se acercaba a la iglesia que está sobre la plaza para participar de la ceremonia, descubrió que el músico local Rafael Villamayor estaba entonando su canción.
Se sorprendió por la coincidencia, paró el auto, bajó la ventanilla y le hizo señas de que apenas estacionara volvería a cantar con él. Así lo hizo y así empezó el milagro de la plaza. Con cada acorde se empezó a juntar más gente, a aplaudir, a sacar los teléfonos y grabar videos condenados a convertirse en virales para que alguien les crea que habían asistido esa tardecita a un recital de Gieco en las calles de Pilar.
El sueño duró los minutos que lleva la canción. Apenas terminó, entre los aplausos de la pequeña multitud convocada, Gieco avisó que no se podía quedar más porque lo esperaban en la Parroquia para empezar la ceremonia en la que se depositarían allí las cenizas de la religiosa, a la que el propio Papa Francisco definió como “una santa entre nosotros” y los invitó a todos a participar.
La historia de Evelyne y las monjas francesas
“Acompañé a Alice a tomarse el colectivo y ya no la volví a ver”, relataba Evelyne al recordar los días de terror, y en particular la tarde en la que Domon fue marcada por Alfredo Astiz y secuestrada, junto a otras cinco personas (sumarían doce con los secuestros ocurridos entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977) en la iglesia de la Santa Cruz. El 10 se llevaron a Leonie Duquet de la parroquia San Pablo, en Ramos Mejía. Con el tiempo se supo que ambas fueron llevadas a la ESMA, y arrojadas con vida en un vuelo de la muerte. Sus cuerpos, devueltos por el mar y reconocidos por el Equipo Argentino de Antropología Forense, descansan en la Iglesia de la Santa Cruz.
Evelyn no dejó de buscarlas mientras las pensó con vida, y de testimoniar y pedir justicia después. Alguna vez recordó lo que les dijo el cardenal Pío Laghi cuando fue a pedir junto a otra monja por sus compañeras: “Salió al patio a mirarnos como si fuéramos bichos asquerosos. ‘Yo no sé nada, nosotros no sabemos nada’, nos dijo. ‘Y por algo habrá sido’. Yo dije, esto te va a caer a vos, Dios no se olvida de lo que dijiste”, evocó.
Entre su trabajo social de los últimos años, en Pilar recuerdan el compromiso de Lamartine con Villa Astolfi, o con el centro Vencer para Vivir, un espacio de recuperación de adictos a las drogas.
Lamartine murió en abril de 2022, a los 88 años. Sus restos fueron cremados en el Cementerio Parque Recoleta. “Logramos traer las cenizas a la iglesia Nuestra Señora del Pilar, en una gestión en la que agradezco el trabajo del intendente de Pilar”, cuenta ahora Mirta Ortega Sanz, su amiga “desde los 15 años” que hoy tiene 79 y sigue trabajando como médica en el hospital Sanguinetti de Pilar.
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