La velocidad del agua –22 km/h–, su potencia y volumen arrasaron con los puentes de hormigón y las losas del revestimiento.
Por Mario Minervino
Entre tantas consecuencias que ha dejado el desastre natural ocurrido ayer en nuestra ciudad, es notable el daño que la fuerza de la corriente del agua en el canal Maldonado en su máxima capacidad y un poco más, ha tenido la fuerza suficiente para arrastran los puentes vehiculares y peatonales, y también los ladrilleros construidos por los ingleses. Los arrastranos, los arrancaron, los quebraron.
Con más de 12 víctimas fatales, con cientos viviendas arruinadas, con miles de familias desalojadas de sus hogares, con la angustia de sufrir un tercer fenómeno devastador en los últimos tres meses, este daño “material”, que se repara y se reconstruye, casi puede tomarse como anecdótico.
El agua arrasó los puentes de hormigón de Zapiola, Zelarrayán, Terrada, Tucumán, Don Bosco y Catamarca. Solo los de Castelli y la avenida Alem quedaron en condiciones, además del de Zelarrayán, con mano hacia el canal.

En algunos casos han sido afectados los pilares que sostienen el tablero, en otros se ha descalzado el pavimento y en algunos el tablero ha quedado inclinado. El destino de todos es incierto, pero la posibilidad de tener que demolerlos y reconstruirlos aparece como la más evidente.
También resultó afectado el puente ladrillero del ferrocarril Bahía Blanca al Noroeste, construido en 1891 para el recorrido entre nuestra ciudad y La Pampa. Las vías quedaron literalmente en el aire, muestra más contundentes de la fuerza del agua.


El otro gran daño sufrido por el canal obra es el arrastre de decenas de las losas de hormigón que cubren los laterales del canal. Arrancadas, algunas caídas sobre el fondo, otras arrastradas por la corriente. Han quedado los taludes de tierra, sin contención, en claro riesgo de derrumbe.
La gente estaba hoy reunida en cada uno de estos puntos, entre asombrada e incrédula, tomando conciencia clara y contundente de lo violento de lo sucedido.

Cambia de roles: el Napostá como aliviador
Haciendo un análisis puntilloso de situación, en 1978 comenzó la obra del entubado del Napostá, la cual se modificó de manera sustancial la relación del Napostá con su “aliviador” Maldonado.
Históricamente el Maldonado era, incluso de acuerdo a publicaciones de época, “el hijo perdido del Napostá”, una suerte de modesto canal que le daba una mano al Napostá cuando este se veía desbordado por el agua acumulada por las lluvias en su cuenca.
Pero entre 1906 y 1949 esa zanja-hilo de agua fue cegado, tapado en su trayecto entre el puente ferroviario del parque de Mayo y la avenida Alem, obra pensada para que el parque de Mayo tuviese continuidad. Esa decisión agravó las inundaciones en todo el sector de las villas durante casi medio siglo. Recién en 1949 se reabrió, profundizó y ensanchó para que fuera efectivamente un aliviador adecuado.
Hoy, por su capacidad de transporte de agua, el Maldonado es el gran protagonista a la hora de evacuar el agua. Puede transportar 260.000 litros por segundo.
El Napostá, por su parte, apenas puede llevar 40.000 litros por segundo, agravada esta capacidad por un entubado que, si bien en su parte media y hasta calle Estados Unidos tiene una sección importante, ese conducto de hormigón de redujo un 70% en el tramo final, sobre el cual hoy se ubica el Paseo de las Esculturas y que termina debajo del puente de calle Casanova.


La entrada de agua del Napostá a cielo abierto al entubado es una suerte de ventanita que, en una situación como la de ayer, deja en claro su completa incapacidad para tomar en tiempo y forma el agua que, ante esa limitación, busca por donde seguir su carrera, en este caso por encima del Paseo de las esculturas y pro las calles laterales del mismo.

Hay que además asumir que el entubado tiene un interior que no se mantiene, con lo cual se puede especular que su capacidad de transporte puede estar afectada por la acumulación de barrio, plásticos y basura de todo tipo.
Con lo cual, cuando el agua del Napostá ingresa en la ciudad, el Maldonado se hace protagonista mientras que el Napostá se convierte en su aliviador, aliviador que además se ve desbordado apenas el agua abandona el entubado en su último tramo hacia el mar.
Es cierto que una lluvia de 400 mm en siete horas excede todo cálculo y diseño. Es un desastre natural que supera lo previsible. Sin embargo, con obras en buen estado, con los ajustes que sin dudas deben evaluarse y el mantenimiento constante, sus respuestas a respuesta pueden resultar más efectivas.
Pero hoy es tiempo de ayudar, de ser solidarios, de trabajar para atender a las cientos de familias afectadas, de sentir el luto respetuoso por las 13 personas fallecidas, de poner el hombro y salir de este momento. Cuando venga el después, habrá que pensar y trabajar en cómo reconstruir la infraestructura dañada y generar las mejoras que sean necesarias.
Del otro lado del arroyo
Bahía Blanca históricamente ha tenido a los arroyos como barreras naturales. Por eso la población refiere, esto de vivir “del otro lado del arroyo”. Pero el crecimiento de los barrios de ese otro lado ha sido tan importante que hay una paridad poblacional importante entre ambas franjas. Por eso los puentes son clave para la continuidad de la trama urbana.


Los primeros – Vieytes, Don Bosco, Castelli—datan de 1949, construidos junto con la obra del canal. El resto es de finales de los 80, al igual que las pasarelas peatonales. Han quedado tres. La barrera se hace más contundente como tal.
FUENTE LA NUEVA