Malvinas: la prensa gráfica y la pauta publicitaria de la dictadura

 

Al cumplirse 36 años de la última dictadura, ya no quedan dudas de la complicidad civil que los principales medios gráficos de la Argentina desplegaron desde sus páginas, en apoyo al régimen militar.

La misma lógica utilizaron seis años después del golpe para la cobertura periodística de la última “aventura” de los genocidas: la Guerra de Malvinas.
A las ya conocidas campañas mediáticas en radio y televisión que agitaban la recuperación de las islas, se sumó el respaldo económico que el Estado asesino otorgó a la prensa gráfica en concepto de pauta publicitaria. A cambio, por supuesto, de sostener una línea editorial acorde a sus intereses propagandísticos.
Este acuerdo se ve con claridad al repasar las publicaciones de mayor circulación de la época, como los diarios Clarín, La Nación y La Razón; y las revistas La Semana –de editorial Perfil–, Somos y Gente –ambas de editorial Atlántida– entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, período en el que se extendió el conflicto bélico que terminó con la vida de 649 argentinos.
No es casual que los tres diarios que se aliaron con las tres armas para apropiarse ilegalmente de Papel Prensa hayan sido, a su vez, los máximos beneficiados de la propaganda militar.
Clarín, por ejemplo, el 4 de abril de ese año publicó un aviso del Banco de la provincia de Buenos Aires que rezaba: “Las Malvinas, liberadas. Hoy como ayer, presentes para servir a la causa de la Patria.” Una semana después, el 12 de abril, una nueva solicitada del gobierno bonaerense anunciaba la creación de un fondo patriótico, bajo la consigna “Las Malvinas necesitan nuestra ayuda”, con el supuesto fin de “contribuir al mantenimiento de la reconquista de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y para consolidar el desarrollo socio-económico de esas regiones”.
Al mismo tiempo, el Banco de la Nación Argentina invitaba a una misa para “orar por los caídos en el conflicto del Atlántico Sur y por quienes continúan en la lucha y por la paz en América”.
Cuando ya había pasado más de un mes del inicio de la guerra, palabras como “coraje”, “victoria” y “futuro” se repetían con insistencia en las páginas del diario de Noble y Magnetto. Se trataba de toda una campaña publicitaria oficial, ilustrada por dos manos con los pulgares en alto, cuyo eslogan era: “Argentinos a Vencer. Cada uno en lo suyo, defendiendo lo nuestro.” La misma serie se fue publicando en el resto de la prensa gráfica.
El lunes 10 de mayo, otro aviso sostenía: “En esta lucha los argentinos vamos a escribir la última palabra: victoria, porque somos 28 millones de soldados y porque nunca perdimos una guerra.”
El 12 de mayo se sumaba otro eslogan: “El enemigo está peleando por su pasado y nosotros por nuestro futuro.”
En La Nación y La Razón, la metodología fue la misma. La propaganda militar aparecía casi siempre los mismos días que en Clarín, con idéntico tono patriótico y pro bélico.
Una de esas publicidades, publicada en tamaño gigante por los tres matutinos, apareció el 4 de mayo, apenas dos días después de que los ingleses hundieran el buque General Belgrano, donde murieron 323 personas.
Paradójicamente, con cinismo, el aviso afirmaba: “Ya estamos ganando, porque estamos haciendo de cada lugar de trabajo un puesto de combate. Porque por fin y para siempre, somos una sola fuerza.”
Otro aviso de exaltación bélica se sintetizó con el lema: “Ganemos la batalla en todos los frentes.” En la imagen se observa a un taxista levantando su pulgar y proclamando: “Mi responsabilidad es seguir trabajando como todos los días. Yo soy el único argentino que, bajando la bandera, defiende la soberanía.”
Con similar lógica, el 14 de mayo apareció otro anuncio oficial en La Razón, donde se mostraba a un mecánico arreglando un auto –un Falcon– con la frase: “Mi puesto de combate es mi lugar de trabajo. En estos momentos apretar una tuerca es tan importante como apretar el gatillo.”
La misma campaña se repitió en las revistas Somos, Gente y La Semana, donde además se sumaba el apoyo de empresas privadas a la “causa” Malvinas.
La agencia del publicista Gabriel Dreyfus sacó un llamativo aviso a 12 días de haber comenzado la guerra, donde pedía a la población no comprar dólares porque “en momentos como éste debemos saber que los padres de la Patria también somos nosotros (…) y todo acto especulativo es una traición a quienes han dado la vida por ella.”
Al lado del aviso, el propio Dreyfus explicaba el objetivo de la arenga: “Tenemos la intención que este mensaje tenga un contenido patriótico. Queremos señalar la contradicción que existe en la persona que se pone una escarapela y a la vez compra dólares o inclusive libras esterlinas.”
El apoyo del sector privado, ya sean empresas, sindicatos o cámaras, también se vio en los diarios más importantes del país a lo largo del conflicto bélico.
En La Nación del 8 de abril, la automotriz Citroën decidió dar un firme y absoluto espaldarazo a las acciones de Malvinas. “Respaldo a la alegría. Respaldo concreto, con todo nuestro potencial industrial y tecnológico, a cualquier necesidad que exija el mantenimiento de nuestra soberanía”, resumía el anuncio.
Lo mismo hicieron, en días sucesivos, el Sindicato del Seguro, la extinta tienda Harrods –que decía adherir “al Gran Momento Nacional”–, la CGT y la Cámara de Comercio Franco-Argentino, entre otras entidades.
En Clarín, las firmas privadas dijeron presente con intensidad. El Laboratorio Roemmers anunciaba que “no habrá pausa en el esfuerzo para asegurar la provisión de los medicamentos que el país y sus combatientes necesitan”.
La gaseosa Crush decidió “donar el 10% de la venta de Naranja Crush” y Prácticos Río de La Plata afirmaba: “Hoy no podemos festejar ni llorar. Sólo apretar los dientes con fervor irrenunciable del ideal de Patria.”
McLean, una de las principales fábricas de heladeras del país, decía estar “haciendo fuerza por nuestras Malvinas como toda empresa argentina bien nacida”. Por su parte, un aviso de la yerbatera Taragüi agregaba: “Llegamos a las Malvinas para respetar una tradición: el té. Y para iniciar otra: el mate.”
En paralelo, el apoyo editorial de los medios hegemónicos a la trágica aventura bélica iba en sintonía con la pauta publicitaria oficial y privada que llevaron a sus páginas, ya sea a través de artículos de tipo informativo o notas de opinión.
El 3 de abril, Clarín tituló en su tapa: “Inminente recuperación de las Malvinas”. Pocas páginas más adelante, el editorial “La reconquista de las Malvinas”, sostenía: “Durante 149 años y 3 meses territorio irredento, las Malvinas fueron reintegradas ayer a la soberanía de la Nación (…) Las tropas argentinas (…) fueron a reparar la agresión antigua, siempre denunciada. A restaurar, junto con la soberanía sobre el archipiélago, el honor nacional. Esta acción de la política exterior reclama unidad nacional. Cada ciudadano en condiciones de hacerlo debe poner su grano de arena para que no sea preciso retroceder un solo paso a partir de lo actuado.”
Líneas después, se lee un fragmento que parece escrito por la propia Junta Militar: “Los intereses de los pobladores actuales de las Malvinas serán respetados, lo mismo que sus costumbres y sus formas culturales (…) Esa aproximación comenzó hace ya muchos años, con los servicios que la Argentina les brindó. Ahora no hará sino completarse y perfeccionarse.”
En un editorial del 8 de abril, titulado “La unidad nacional”, el diario de Magnetto dudaba de los argumentos propuestos por “la propaganda británica” que “ha presentado la operación reconquista de las Malvinas como obra de un gobierno dictatorial, el cual obraría en términos de expansión territorial”.
Al día siguiente, el mismo esquema discursivo se repite en el editorial “El caso del Herald”, que señala una especie de “campaña anti-argentina”, idéntica a la que el gobierno genocida había denunciado en los primeros años del régimen: “En estos momentos se registra en varias capitales europeas una campaña contra nuestro país, con epicentro en Londres, según la cual la reconquista de las Malvinas no es –como efectivamente ocurre– la consecuencia del sentimiento de todo un pueblo, sino la resultante de ‘las ambiciones expansionistas de un gobierno dictatorial’. Esta guerra psicológica ha sido refutada ya por los hechos, que son harto elocuentes, en el sentido de la cohesión popular en torno a la acción emprendida por las Fuerzas Armadas.” De esta forma, la línea editorial de Clarín borraba el límite que en sus páginas separa a las notas de los avisos falsamente exitistas del gobierno de facto.
Las opiniones del diario de Bartolomé Mitre siguieron el mismo sendero de connivencia explícita y lejanía con la realidad de una contienda bélica que se mostraba claramente negativa para la Argentina.
El 23 de mayo, en el artículo “Democracia no es colonialismo”, La Nación criticó a la primera ministra británica Margaret Thatcher por sostener que “la recuperación del enclave colonial de las Malvinas alegraría al mundo libre, porque Inglaterra representa a la democracia. Por contraposición, nuestro país sería el símbolo de la dictadura.”
Muy lejos está esta postura de la que en la actualidad despliega La Nación, donde reniega de todo intento de la Argentina por reclamar su soberanía sobre las islas. El mismo diario que en el ’82 apoyó una guerra temeraria hoy desestima el pedido de un gobierno democrático para que la Corona Inglesa se siente a dialogar.
En otra señal de sintonía extrafina con la propaganda de los jerarcas de uniforme, diarios y revistas también exaltaron el carácter “patriótico” de la experiencia, como plataforma para la continuidad del gobierno de facto.
El 11 de abril, luego de la asistencia masiva de gente en la Plaza de Mayo, en una editorial titulada: “Significado de una presencia colectiva”, el matutino de Mitre sostuvo: “Se ha producido una manifestación popular que habilita al Gobierno para forjar un tramo decisivo sobre el hecho cierto de que existe una unión nacional alrededor de la cuestión Malvinas.” Más adelante, agregaba: “La conciencia ciudadana se orienta hacia una nueva conjunción de anhelos, en el espíritu tradicional de ‘unión y libertad’.”
Ese mismo día, Clarín sacó la columna “Vox populi, vox dei”, donde aseguró que las multitudes se congregaron “para manifestar desde todos los rincones de la Patria el sentir de un pueblo que, cuando está reunido en torno a las grandes consignas nacionales, se siente invencible”.
Sobre el final de esa nota, mientras llegaba a su fin una dictadura que acabó con la vida de 30 mil argentinos haciéndolos desaparecer y de otros 649 enviándolos a la guerra, Clarín concluía que “Escuchar al pueblo. Tal parece ser la simple fórmula de la democracia.” <

 

La clave I

EDITORIALES

Durante el conflicto bélico en las islas, las columnas donde los diarios y revistas sentaron su posición editorial sobre el curso de la guerra iban en clara sintonía con la propaganda que la Junta Militar mandaba a imprimir en sus páginas.

 

La clave II

PRIVADOS

Al igual que sucedió con la publicidad oficial que pagaba el gobierno de facto, distintas entidades del sector privado también pusieron pauta en la prensa gráfica para dar su respaldo a la contienda armada. En muchos casos, mostraron un apoyo irrestricto.

 

Dario Clarín – Héctor Magnetto

Durante toda la dictadura, el diario fundado por los Noble y manejado por Magnetto recibió una gran cantidad de avisos de la Junta Militar, con la que selló su alianza a través de la escandalosa adquisición de Papel Prensa. Cuando los jerarcas decidieron emprender la guerra, Clarín volvió a llenarse de avisos.

 

Diario La Nación – Bartolomé Mitre

Al igual que sus socios en Papel Prensa, la “tribuna de doctrina” se encuadró a la perfección con los intereses de la dictadura y recibió su propaganda. Y así como antes había celebrado el golpe y la llegada de Videla y Martínez de Hoz, en 1982 La Nación apoyó sin fisuras la campaña bélica en las islas del Atlántico Sur.

 

Revista La Semana – Jorge Fontevecchia

Con la Guerra de Malvinas, el magazine que precedió a la actual revista Noticias también se vistió de verde oliva y, junto a sus notas favorables al conflicto, publicó los avisos oficiales que exaltaban el patriotismo en clave bélica. La Semana era dirigida por Jorge Fontevecchia, actual CEO de Editorial Perfil.

 

 

Desde importantes empresas de todos los rubros, cámaras patronales, bancos, sindicatos e incluso entidades religiosas, a través de los avisos publicitarios, el sector privado argentino también respaldó y, en muchos casos hasta celebró, la campaña emprendida por los militares en Malvinas.
En algunas oportunidades, recurrieron a fórmulas publicitarias, arengas y slogans que, vistos con distancia histórica, rozan lo tragicómico.

 

Propaganda militar y periodismo en los años de plomo

 

 

La dictadura militar contó con el apoyo de varios medios de comunicación para el funcionamiento de su maquinaria publicitaria. Durante aquellos nefastos siete años, la difusión de propaganda del régimen nutrió las páginas de los diarios y revistas de mayor tirada, como Clarín, La Nación, La Semana, Somos, Para Ti y Gente.
La complicidad podía darse a través de una línea editorial en evidente connivencia con la Junta Militar o mediante la publicidad de organismos estatales y empresas privadas, como presentó la revista Veintitrés en su investigación del 22 de marzo de 2012.
El famoso slogan “Los argentinos somos derechos y humanos” aparecía auspiciado por el Banco de la Provincia de Buenos Aires.
La Dirección General Impositiva (DGI) desplegó una furiosa campaña contra los evasores en todos los medios, con una serie de spots gráficos y televisivos que invitaban a los ciudadanos a señalar a los infractores.
En los diarios se repetían los avisos del Comando en Jefe de la Armada y de los Estados provinciales bajo intervención uniformada. En ejemplares de La Nación, una doble página describía 15 obras de infraestructura y vivienda bajo el lema “Sobre la base de un pueblo sano construimos una Nación Fuerte”.
Con la visita al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que se entrevistó con las autoridades de facto, los diarios se poblaron de comunicados y solicitadas que rechazaban una supuesta campaña internacional en contra el país.
Clarín publicó tres páginas llenas de firmas que expresaban su solidaridad nacional bajo el título “El testimonio de la Verdad”. Mientras, en los centros clandestinos los represores seguían aplicando torturas y vejámenes.
Con la llegada del Mundial de Fútbol, los diarios de los Noble y los Mitres imprimieron avisos del Ente Autárquico Mundial 78 y del Banco Central de la República Argentina, que vendía entradas para los estadios.
La compañía Ítalo Argentina de Electricidad también saludó la contienda deportiva, antes de ser despedazada por el ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, conocido por acuñar el lema “Achicar el Estado es agrandar la Nación”.