Vieron una chispa de crisis institucional y se les hizo nafta la boca. Pero en el arrebato pirómano no se percataron de que, esta vez, sus habituales acompañantes de ataque dieron un republicano paso atrás, mientras que la ejercitada defensa K se movió en bloque hacia adelante, sin fisuras.
En el argot futbolero, quedaron en offside. Solos, a la vista de todos, y con el fósforo prendido tratando de encender en vano una mecha empapada de fortaleza democrática: la presidenta Cristina Fernández de Kirchner fue intervenida de una dolencia en la cabeza sin que el país estallara por los aires, contrariando los pronósticos del periodismo pírrico que en las horas iniciales de convalecencia presidencial iniciaron una operación canalla plagada de artificios.