Un hombre con su hijo muerto en brazos, en Alepo, Siria.
Al menos 60.000 personas han perdido la vida en el conflicto sirio desde marzo de 2011 hasta noviembre de 2012, informó hoy la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay.
El estudio realizado por la ONU advierte de que se trata de una estimación a la baja del número real de víctimas, dado que muchos de los muertos no han sido contabilizados por ninguna de las siete fuentes -incluida el Gobierno- con las que se ha elaborado el recuento.
Conforme a los datos recogidos, el número de víctimas causadas por el conflicto fue de 59.648 de marzo de 2011 al 30 de noviembre de 2012.
La mayoría de las muertes se produjeron en Homs (12.560), alrededores de Damasco (10.862) Idlib (7.686), Alepo (6.188), Daraa (6.034) y Hama (5.080).
El estudio demuestra el incremento sostenido del número de fallecidos conforme el conflicto se extendía en el tiempo: del millar por mes registrado en el verano boreal de 2011 a los más de 5.000 de un año después.
“No existe ninguna justificación para estos crímenes. A menos que haya una rápida solución al conflicto, temo que miles (de personas) más morirán y sufrirán terribles heridas a causa de la obstinación de aquellos que creen que se puede conseguir algo con más baño de sangre, más tortura y más destrucción absurda”, lamentó Pillay.
Pillay alertó de que, “a pesar de que esta es la lista más detallada realizada hasta la fecha, no es de ninguna forma una lista definitiva”.
“No hemos sido capaces de verificar todas las circunstancias de cada muerte, especialmente porque no se nos ha permitido la entrada al país desde que el conflicto comenzó en marzo de 2011. Una vez que retorne la paz, deberá investigarse cada una de esas muertes y juzgar a los responsables de esos crímenes para que asuman sus responsabilidades”, agregó.
La Alta Comisionada recordó que el elevado número de víctimas se debe a un conflicto que comenzó “porque el Gobierno usó la fuerza de forma desproporcionada para suprimir unas protestas de civiles desarmados que inicialmente eran legítimas y pacíficas”.
“La incapacidad de la comunidad internacional y en particular del Consejo de Seguridad para parar esta masacre es una vergüenza para todos”, sentenció.