Visión desde Brasil El cerco cobarde al gobierno de Cristina

Los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández recibieron una pesada herencia regresiva, que fueron revirtiendo con políticas económicas activas y de inclusión. Sin embargo, el cerco informativo creado por los medios opositores locales repercute en la visión que la prensa internacional tiene de la gestión del gobierno argentino.

El gobierno de Néstor Kirchner heredó de la dictadura militar y de los gobiernos de Menem y De la Rúa un país deshecho. Nunca en su historia el país había vivido un retroceso tan brutal en tan poco tiempo como el que tuvo desde el golpe militar hasta la asunción de Néstor. Eric Hobsbawn catalogaba a la Rusia post desintegración de la URSS y a la Argentina desde la instalación de la dictadura militar, como las mayores regresiones – de carácter civilizatorio – de nuestros tiempos.

Los gobiernos de los Kirchner operaron sobre esa tierra arrasada y tuvieron, sobretodo, el gran mérito de levantar a una economía en bancarrota y a un país quebrado, económica y anímicamente. Por este mismo motivo, sectores con odios históricos hacia el peronismo tuvieron que apoyarlos, reconociendo el trabajo que se está llevando adelante.

El rescate de Argentina se hace a partir de los escombros que se heredaron, no pudiendo retomar la expansión económica en los moldes que se habían dado antes de la dictadura militar. La principal diferencia es consecuencia de la desindustrialización y de la apertura acelerada de la economía, implementada por la dictadura y por el gobierno Menem, y, al mismo tempo, la promoción de la hegemonía del capital financiero.

“El impulso de la recuperación fue continuado por el gobierno de Cristina Kirchner, que prosiguió con este rumbo, aun bajo el fuerte impacto de la campaña llevada adelante por los medios opositores.”

Después de la hiperinflación ocurrida en el gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín – que lo llevó a renunciar antes de finalizar su mandato –, Carlos Menem, a pesar de ser elegido prometiendo “la revolución productiva”, hizo exactamente lo contrario, implementando una política radicalmente liberal. Valiéndose del trauma de la hiperinflación, su ministro de economía, Domingo Cavallo, impuso la paridad entre el peso y el dólar. Lo que significaba que el gobierno renunciaba a tener una política monetaria, emitiendo solamente cuando ingresaban dólares en la economía.

Ese estancamiento trajo la estabilidad monetaria, pero al precio de un profundo déficit público, postergando la estampida de la paridad, mientras los argentinos gozaban de una súbita e insostenible valorización de su moneda. Era una bomba de tiempo, que recién explotó cuando Menem no logró elegir a su sucesor, y el radical Fernando De la Rúa mantuvo la política de paridad, hasta que la misma implotó.

Argentina se sumergió en la mayor crisis económica social y política de su historia, con retrocesos e inestabilidad, llevando a que el país tuviera cinco presidentes en pocos días, bajo el impacto de una convulsión social contra los bancos, momento en que la cotización del dólar trepó de 1 a 4 pesos. Los que tenían dinero depositado vieron como sus ahorros se redujeron a ¼ del valor que creían tener.

En ese momento se dio la regresión a la que Hobsbawn hizo mención, con amplios sectores de la clase media siendo proletarizados, con la desocupación trepando a niveles inéditos. Después de una relativa estabilización, se llamó a elecciones, compitiendo de nuevo Menem – que ahora prometía dolarizar directamente la economía argentina – y otros candidatos, entre ellos un gobernador de una provincia y poco conocido, Néstor Kirchner.

Luego de triunfar en primera vuelta y frente a la derrota inminente contra Kirchner en segunda vuelta, Menem renunció a presentarse y Kirchner quedó como ganador. El nuevo gobierno puso en práctica una política anti-neoliberal, retomando el crecimiento económico y la distribución del ingreso, mientras el Estado recuperaba un papel activo en la inducción de la economía y en la garantía de los derechos sociales. Aliándose con el gobierno de Lula – y después con el de Tabaré Vázquez en Uruguay – el Mercosur se reactivó.

Durante casi una década la economía argentina empezó a crecer a un ritmo altísimo. La novedad fue el rol que la exportación de soja empezó a tener, ocupando en parte el lugar de las exportaciones industriales, aunque las mismas retomaran un importante nivel de desarrollo, especialmente la industria automovilística.

Con un altísimo grado de endeudamiento heredado de los gobiernos de Menem y De la Rúa, y prácticamente sin patrimonio público, habiendo sido privatizado por Menem – hasta YPF, que le había propiciado la autosuficiencia energética a la Argentina –, Kirchner impuso una renegociación del pago de la deuda argentina. Una gran parte de los bonistas aceptó renegociar, quedando un residuo cercano al 8%, el que hasta el día de hoy busca imponer sanciones a la Argentina.

El impulso de la recuperación fue continuado por el gobierno de Cristina Kirchner, que prosiguió con este rumbo, aun bajo el fuerte impacto de la campaña llevada adelante por los medios opositores.

“La campaña internacional contra el gobierno argentino se vio intensificada, basada en la reproducción y ampliación de las informaciones publicadas por los medios opositores.”

Desde la crisis internacional que se inició en el 2008 y bajo los efectos de las limitaciones del crédito externo impuestas por los organismos financieros internacionales en respuesta a la renegociación de la deuda, la economía pasó a dar muestras de desequilibrios. Entre ellos, una inflación cercana al 25% y la falta de financiamientos externos, a lo que el gobierno respondió con políticas de control de cambio, introduciendo un desbalance entre las cotizaciones oficiales y paralelas del peso.

En el plano social y político– después de la reelección de Cristina – el gobierno fue perdiendo apoyos y las tensiones aumentaron dentro del mismo peronismo, especialmente con la principal central sindical – la CGT – que pasó a organizar movilizaciones contra el gobierno, con demandas salariales. En el ámbito político, la ley de democratización de los medios de comunicación fue duramente combatida por las empresas de medios privados, los cuales consiguieron frenar su aplicación.

En ese marco la campaña internacional contra el gobierno argentino se vio intensificada, basada en la reproducción y ampliación de las informaciones publicadas por los medios opositores. En Brasil son los diarios Clarín y La Nación los que alimentan a los viejos medios a difundir lo que sucede en Argentina.

La renacionalización de YPF, rescatada de las manos de la empresa española Repsol, hizo con que la prensa internacional – en primer lugar la de España – pasara a atacar sistemáticamente al gobierno de Cristina, formando un verdadero cerco informativo sobre lo que efectivamente ocurre en el país.

Es una campaña de desinformación, que desconoce todos los avances en la recuperación de la economía y en el plano de las políticas sociales, destacando los escándalos que los medios opositores recopilan semanalmente.

Ahora, Argentina se encuentra en un dilema, que tendrá su próximo capítulo en las elecciones parlamentarias del 27 de octubre, con la nueva composición del Parlamento. Va a ser muy difícil que el gobierno consiga los 2/3 necesarios para reformar la Constitución. Sin esto, Cristina no podrá postularse para otro mandato. Se abren dos años de incertidumbres políticas en la sucesión presidencial argentina.

TELAM